Teresa no ha dormido bien desde mucho antes de que el niño naciera.
No encuentra su lugar en la cama, siempre tiene hambre y le preocupa demasiado la falta de dinero en la casa.
Aún no tiene la ropita para su bebé que va a nacer así que esta despierta hoy, otra vez, mientras su marido ronca a un lado suyo y ella repasa los muebles que todavía son vendibles y la ropa bonita que le queda para vender.
Tal vez con eso junte unos mil pesos y pueda comprar ropita, pañales y algo de fruta fresca para el postparto.
En sueños, el esposo se incomoda y se mueve, casi como si entendiera que alguien más está a punto de arruinarle el sueño profundo y la paz, resolviendo en vez de él, lo que no debería corresponderle, para de nuevo restregarle en la cara que ella siempre puede.
Por eso, cuando está despierto y a ella se le olvidan los nombres de los otros hijos en común, él se ríe y se ríe fuerte, para que le quede bien claro que ella no siempre puede; aunque sea ella quien aún con ocho meses de embarazo ponga la comida en la mesa, quien prepare a los niños para la escuela, quien trabaje turnos dobles mientras él, desde la comodidad del sillón envía solicitudes de empleo, haciendo TODO lo que puede, según él.
Bajito, en su mente, en su corazón, en sus manos ajadas de tanto lavar a mano con agua helada, Teresa sabe que no es todo lo que puede hacerse.
Sabe que está la herramienta en el patio, que están las tijeras para podar, que en todas las casas siempre se necesitan poner repisas, lavar carros, podar pastos.
Teresa sabe, que, si ella pudiera, ella andaría en la calle arrastrando esa caja de herramientas y de cien en cien pesos, sus hijos no tendrían los zapatos rotos y ella no estaría ahora sin dormir,
conteniendo el llanto de angustia al lado de un hombre que no hace suficiente.
Teresa se lo guarda porque ella ama a ese hombre. Y le enseñaron que el amor es lo más valioso del mundo.
Y el hombre no le pega. Y el hombre sigue buscando trabajo.
Y el hombre llora porque no encuentra y se desespera como ella.
Teresa no lo deja porque es un buen hombre, solo que no ve el mundo como ella tuvo que aprender a verlo, porque ella sabe que los hijos no esperan y la vida no se detiene y sin embargo se le está yendo la alegría, la sonrisa y la calma al lado de aquél que no se esfuerza ni el veinte porciento de lo que ella lo hace.
Lo que hace el marido de Teresa tiene nombre, es un tipo de violencia más normalizada incluso que el acoso callejero o la violencia sexual dentro de las relaciones de pareja: se le llama INCOMPETENCIA ESTRATÉGICA y sucede cuando una de las personas a cargo elige no hacerse cargo o hacer lo mínimo mientras el resto de la carga y las consecuencias de su falta de acción cae sobre la otra persona.
Por eso las mujeres sufrimos la carga mental.
Por eso las mujeres estamos LOCAS, de tanta carga que ellos no asumen que debemos asumir nosotras desde mil frentes: planeando, proveyendo, cuidando, anticipando, tejiendo redes.
Las mujeres estamos hasta el culo de medicina psiquiátrica, de planners, de crisis, de olvidar los nombres de nuestros hijos cuando queremos nombrarlos, de no mirarnos en el espejo, de tener que recargarnos en otras mujeres porque los hombres se fingendeclarancomportantraducen incompetentes y simplemente dejan pasar la responsabilidad de cargar el mismo peso que nosotros.
Hasta el culo estamos.