Es común limitarse a exigir resultados a las autoridades sin aprovechar los mecanismos existentes para influir en las decisiones que nos afectan. Esta apatía se manifiesta claramente en la baja participación en las elecciones, el principal mecanismo para ser parte de la dinámica social que podría cambiar la forma en que se hacen las cosas.
Las autoridades electorales enfrentan una gran complejidad, por ejemplo, al buscar ciudadanos comprometidos que se encarguen de la jornada electoral, un trabajo esencial para que podamos ejercer nuestro voto y elegir a nuestros líderes a nivel local, estatal y nacional.
Existen otros mecanismos de participación ciudadana que vale la pena explorar. Por ejemplo, en algunas ciudades de México, los ciudadanos pueden decidir en las urnas cómo se destina una parte del presupuesto. Otro ejercicio fundamental es la revocación de mandato, que permite a los ciudadanos evaluar el desempeño de un funcionario electo y, si su trabajo no es satisfactorio, removerlo del cargo antes de que termine su periodo.
La revocación de mandato es un ejercicio interesante que debería ser una obligación para todo funcionario que llega al poder por voto popular. Al someterse al escrutinio público, el servidor público se ve inspirado a mantener un desempeño intachable, consciente de que se debe a los ciudadanos y no a sus propios intereses. A través de este mecanismo, son los hechos los que hablan por sí mismos, y no las campañas promocionales.
Más de un funcionario no pasaría esta prueba, por lo que es vital estar atentos a quienes promueven estos mecanismos y participar activamente. Esta es una manera de asumir el control y la verdadera responsabilidad de decidir, dejando a un lado la cómoda posición de solo exigir sin utilizar los recursos que la ley nos otorga como ciudadanos.
Y es necesario que quienes se sometan al escrutinio de los gobernados cumplan su palabra por algo juran la Constitución para cumplir y hacer cumplir la Carta Magna y las leyes que de ella emanen.