La reciente Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad (Envipe) trae buenas noticias para Hidalgo, confirmando una disminución significativa en el costo económico de la inseguridad. Con una reducción de más de mil millones de pesos, el estado se consolida entre las entidades que han logrado mitigar el impacto financiero de la delincuencia como se lo dimos a conocer durante la semana aquí en MILENIO.
Esta tendencia a la baja no solo se refleja en las cifras monetarias, sino también en el número de víctimas y en el gasto de los ciudadanos en medidas de protección. Sin embargo, un dato inquietante emerge de este panorama optimista: el costo de la delincuencia en la salud de las víctimas ha aumentado de forma inquietante.
Esta reducción se debe en gran parte a la disminución en las pérdidas económicas directas y en el gasto de los ciudadanos en medidas de protección. Que la gente invierta menos en alarmas, cerraduras y videovigilancia podría sugerir que la percepción de seguridad ha mejorado, aunque habrá que decir que 6 de cada 10 hidalguenses siguen sintiéndose inseguros.
A pesar de estos avances, un dato de la Envipe genera una seria preocupación: mientras el costo del delito baja en casi todos los rubros, el gasto en salud derivado de la delincuencia se ha disparado en un 81 por ciento.
Esto significa que, aunque hay menos delitos, los que ocurren la violencia con la que suceden podría ser uno de los indicadores que generan esta cifra. Este alarmante incremento, de 190 millones de pesos a 345 millones de pesos, no puede ser ignorado.
Este aumento en los gastos de salud es un llamado de atención. La disminución de los delitos es positiva, pero si la violencia de cada uno de estos actos se vuelve más grave, el costo humano y social aumenta. La salud, tanto física como mental, es el activo más valioso de una persona. Basta recordar el caso del taxista que mató a puñaladas a un conductor en plena glorieta de la avenida Luis Donaldo Colosio.
Que la delincuencia la esté afectando de manera más profunda, incluso si se reduce la cantidad de crímenes, es un recordatorio de que la lucha contra la inseguridad no solo es una cuestión de cifras no se nos olvide que detrás de las cifras hay seres humanos afectados que sufren las consecuencias del delito y ahí también hay que actuar.