Política

¿Tiene posibilidades Salinas Pliego?

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Ricardo Salinas Pliego, dueño de la televisora Azteca y de un emporio que lo convierte en el tercer hombre más rico de México, coquetea con la idea de una candidatura presidencial. O por lo menos parecería interesado en cosechar los beneficios o la capacidad de negociación que supuestamente le daría el hecho de que otros actores políticos lo vean como una posibilidad. La pregunta qué habría que hacerse es si realmente tiene alguna oportunidad de llegar a Palacio Nacional.

La respuesta parecería un categórico no. Al menos tan categórico como pudo haber sido la respuesta a esta pregunta sobre Donald Trump a principios de 2017, un empresario que consideró que una campaña le haría bien a su marca, o respecto a Javier Milei en 2022 cuando era un diputado extravagante salido de las mesas de tertulia de la televisión. Pero, justamente, el hecho de que personajes tan improbables estén sentados en las sillas presidenciales de sus respectivos países, Estados Unidos y Argentina, tendría que llevar a preguntarnos dos veces respecto a Salinas Pliego. Se podrá decir que tiene rasgos misóginos y soberbios que le harían antipático a juicio de muchos votantes, pero francamente ninguno de esos defectos impidió a Trump o a Milei llegar a donde llegaron. Psicólogos sociales dirían que no triunfaron a pesar de esas taras, sino gracias a ellas. El narcisismo, la agresión verbal, la exhibición de privilegios y la desmesura se han convertido en virtudes mediáticas.

Así, pues, no conviene despachar tan rápido la pregunta. Este lunes, Denise Dresser y Alejando Páez describieron, en sus respectivas columnas de opinión, parte de la cuestionable trayectoria del empresario. Y si bien Denise y Alejandro por lo general difieren sustancialmente en su enfoque respecto al gobierno de la 4T, y seguramente respecto a muchas otras cosas, coincidieron en lo fundamental: el personaje es impresentable. Y en textos anteriores, y a partir de experiencias propias, Sabina Berman ya lo había dejado en claro. Pero, visto el párrafo de arriba, esos defectos no invalidan la posibilidad de una candidatura en los tiempos revulsivos que vivimos.

Tendríamos que añadir otras variables si deseamos explorar las posibilidades reales de que esa candidatura llegue a concretarse y, en tal caso, saber si tiene una mínima posibilidad de éxito. A su favor contaría con una ventaja: la escasa o nula competencia real que habría en otros espacios de la oposición. Los sectores adversos a Morena carecen de figuras atractivas o carismáticas capaces de atraer un interés general. Al menos tendría esa ventaja de entrada. El ultraderechista Eduardo Verástegui y sus llamados a rezar han terminado en anécdota; Lily Téllez no parece tener alcances más allá de la liga basada en la provocación en la que juega Fernández Noroña; Xóchitl Gálvez y el desinfle de la “marea rosa” constituyen capítulos de derrota que difícilmente querrá invocar la oposición; Claudio X. González padece el desgaste de imagen acumulado tras seis años de infructuosa campaña antilopezobradorista.

Salinas Pliego no tendría rivales de peso enfrente. Pero en su contra juegan otros factores de fondo. El principal también deriva de la comparación con Trump y Milei, pero ahora en detrimento del empresario mexicano. Los dos presidentes contaron con el interés de amplios sectores de la población sumamente críticos respecto a la fuerza política gobernante. En el caso de Milei una inflación galopante y un atroz deterioro de las condiciones de vida llevaron a muchos votantes a inclinarse por un cambio, incluso de parte de críticos de Milei. En el caso de Trump la base fue la población blanca tradicional, imbuida en un profundo sentimiento de pérdida respecto a su idílico pasado por el abuso de “los otros”, llámese grupos minoritarios y/o naciones extranjeras. Con Milei habría existido lo que los clásicos llamaban “condiciones objetivas” para el cambio; con Trump claramente se trataba de “condiciones subjetivas”, que derivan más de la percepción de los ciudadanos que de la situación económica o política.

Salinas Pliego no encontrará condiciones ni objetivas ni subjetivas. Entre 50 y 60 por ciento de la población recibe beneficios puntuales de los gobiernos de la 4T y las medidas de redistribución están sacando a millones de la pobreza. Simple y sencillamente a los sectores populares no les conviene votar en contra de un gobierno que los está beneficiando. Y las percepciones subjetivas no son muy distintas a las percepciones en metálico: los niveles de aprobación de Claudia Sheinbaum (más de 70 por ciento) o de Morena (por encima de 50 por ciento) son muy superiores a los que tenían los demócratas en Estados Unidos o los peronistas en Argentina, cuando se presentaron Trump y Milei.

El verdadero problema de Salinas Pliego es que necesitaría un partido político importante que lo haga candidato. La respuesta inmediata sería el Verde, partido con el cual su hija fue senadora y más de uno de sus ex ejecutivos ostenta posiciones destacadas (el más obvio el senador Luis Armando Melgar). Pero el Verde no necesariamente opera de esa manera. Ha sobrevivido gracias a una estrategia de cálculo que reside en apostar por el ganador. Subirse a una campaña perdedora y confrontativa podría ser suicida; sobre todo cuando tiene asegurada una renta holgada con el actual acomodo. No digo que habría que descartar esa posibilidad, solo dar cuenta de que para nada se trata de una certeza.

Por lo que respecta a otros partidos se ve aún más difícil. Es poco probable que PAN y MC renuncien a su identidad y se abstengan de lanzar un candidato propio; y mucho menos que estén dispuestos a asociar su imagen con un empresario tan cuestionado por sus malas prácticas. El PRI y sus porosas o nulas convicciones no tendría ese problema. Pero en tal caso la situación sería la inversa: Salinas Pliego tendría que preguntarse si enfundarse en esa casaca le perjudica más que ayudarle.

En suma, la base social que podría apoyar a Salinas Pliego reside en 40 por ciento que vota en contra de la 4T, pero sería un universo a repartir con los otros partidos de oposición. Una candidatura peregrina, por donde se le mire. Alguien podría decir que una campaña concentrada en la inseguridad podría atraer simpatizantes de todas las clases sociales, pero incluso en tal caso la 4T podría jugar la carta de Omar García Harfuch.

En el fondo me parece que el empresario está pensando menos en una silla presidencial y más en el vencimiento de los créditos fiscales que en poco tiempo habrán de aterrizar en demandas y confiscaciones. A punto de agotar las instancias jurídicas, no queda más que una negociación favorable para la quita de cargos e intereses a los impuestos pendientes. Algo le hizo pensar que ponerse una banda presidencial la noche del grito, le ayudaría a conseguirlo, aunque para que tenga éxito hace falta que la contraparte se lo crea. Y, ¿por qué no?, habrá dicho; en una de esas pega y yo mismo me condono los impuestos.


Mauricio Ledesma
Mauricio Ledesma


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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