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Los anticiencia a cargo de nuestra salud

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El nuevo ministro de Salud de Perú, Hernán Condori, recibió críticas después de su designación. La razón fue un video en el que promueve el consumo de “agua arracimada”, un líquido que presuntamente “hidrata las células” pero que no cuenta con respaldo científico y es solo una mezcla de extractos vegetales.

Condori, durante su presentación ante la Comisión de Salud y Población del Parlamento, se defendió así: “Me presentaron el producto, entré a Google, investigué, hay bibliografía. Es un tipo de agua que puede ingresar con mayor facilidad a través de la membrana celular”. En el Registro Sanitario peruano, de acuerdo con AFP, solo se señala que es una “bebida para diluir a base de agua purificada, jugo concentrado de granada y jugo concentrado de arándano”.

La anécdota sería divertida si el funcionario no estuviera a cargo de la salud de 33 millones de personas en medio de la peor pandemia en un siglo. También si este tipo de declaraciones oficiales, donde se citan “investigaciones” o “documentos” inexistentes o sin nulo sustento científico, no fueran cada vez más comunes entre quienes tienen a su cargo dependencias dedicadas justamente a hacer del método científico un faro.

Es como si este método funcionara a conveniencia: si me sirve política, mediática o personalmente, entonces sí está aprobado por “la ciencia”. O al contrario. El problema es que, en un momento como el actual, que las autoridades insistan en desacreditar lo que el grueso de la comunidad científica señala no solo es peligroso, sino criminal. No podemos tener a cargo de nuestra salud gente que desprecia estos procesos solo porque no funcionan para sus intereses.

En México lo hemos vivido toda esta pandemia. Está de más hablar sobre la falta de uso de cubrebocas, los “detentes”, la no vacunación de menores o que se sigan “sanitizando” espacios gubernamentales rociando productos. Pero sí es significativo que el doctor Pedro Zenteno, director del ISSSTE —que atiende a 13.5 millones de mexicanos—, haya dicho que se estaba tratando contra covid-19 usando homeopatía.

La homeopatía está calificada como una pseudociencia. En 2015, la Smithsonian magazine publicó un análisis titulado: “mil 800 estudios después, los científicos concluyen que la homeopatía no funciona”. El funcionario puede tratarse como decida, pero no debería promover una pseudociencia públicamente.

Otro caso claro es el de la entrega de kits de ivermectina en Ciudad de México. Más allá del tema del estudio “cuasi experimental” que realizó el gobierno, es inentendible que aún se defiendan las posibles propiedades de este medicamento en contra del covid-19 cuando las autoridades federales mexicanas, la Organización Mundial de la Salud, la empresa fabricante e instancias estatales estadunidenses y europeas han reiterado que actualmente no hay pruebas de ello.

Hay que agregar a la lista a presidentes como Trump, que promovía el uso de hidroxicloroquina; Bolsonaro, quien también la apoyaba —junto con la ivermectina—; y Magufuli (Tanzania), quien pide usar hierbas.

No se trata de desacreditar la medicina ancestral, la herbolaria, los complementos sanitarios o señalar que la ciencia es estática. Pero al final, si todo —agua arracimada, homeopatía, hierbas o ivermectina contra el covid-19 — es “ciencia”, nada lo es. Y, ante esta pandemia, ya es hora de darle a la verdadera ciencia el lugar que le corresponde.

Mael Vallejo

@maelvallejo

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Mael Vallejo
  • Mael Vallejo
  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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