Charlie Kirk, a sus 31 años, era una de las grandes figuras del movimiento MAGA y del trumpismo en Estados Unidos. Sin el arrastre que él y su organización, Turning Point USA, tienen entre los jóvenes conservadores, es imposible entender el triunfo del presidente Donald Trump. Su asesinato esta semana en la Universidad de Utah, ocurrido mientras participaba en uno de sus conocidos debates públicos, ha recrudecido una ola de violencia política que sería absurdo ignorar desde México.
Desde ese momento, en redes sociales se multiplicaron cientos de mensajes de trumpistas que piden “venganza” contra la izquierda, el Partido Demócrata, los liberales y el “movimiento woke”. Creadores de contenido, conductores influyentes de TV y políticos como el propio Trump —de quien Kirk era amigo personal— salieron también a acusar a la izquierda del asesinato, aunque hasta ayer jueves no había ninguna prueba de ello, y aseguraron que el país está en medio de “una guerra”.
Uno de los principales propagandistas de la ultraderecha, Alex Jones, dijo en una transmisión en vivo: “La izquierda ha estado diciendo: ‘Pongan en la mira a Trump y a sus seguidores’. Han estado pidiendo violencia. Estamos en una guerra. Prepárense. Son terroristas, van en serio”. Steve Bannon, ex asesor de Trump y otra voz fundamental de su movimiento, afirmó en su pódcast: “Charlie Kirk es una baja de guerra. Estamos en guerra en este país. No vamos a retroceder ni una pulgada”. Su coanfitrión, Jack Posobiec, añadió: “Nunca habrá otro asesino que se atreva a hacer lo que le hicieron a Charlie, porque lo que viene será rápido, será inmediato y será venganza”. A esas voces se han sumado otras que también claman por la guerra y la revancha.
Trump culpó directamente a la “izquierda radical” y convirtió a Kirk en un mártir: las banderas estadunidenses ondean a media asta y anunció que le otorgará póstumamente la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil del país. Lo que viene es una radicalización aún más extrema de Trump, de su gobierno, de sus seguidores y de sus políticas antiinmigrantes, xenófobas, racistas y antiderechos. México debe estar preparado para esa escalada no solo en el discurso, sino también en los hechos: más deportaciones, más amenazas económicas y políticas, más exigencias y castigos.
El asesinato de Kirk es solo el episodio más reciente de una violencia política creciente en Estados Unidos, alimentada desde ambos bandos. Trump sobrevivió a un intento de asesinato en un mitin en Pensilvania el año pasado, y hace unas semanas fue asesinada la ex presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Minnesota, Melissa Hortman, junto con su esposo. Muchos análisis en la prensa estadunidense —desde medios liberales como The New York Times o The New Yorker hasta trumpistas como Fox News— muestran la misma preocupación: la normalización de la violencia política y los llamados a una guerra.
Esto no es solo retórica. Las milicias supremacistas blancas como los Oath Keepers, Three Percenters o Proud Boys ya han actuado con violencia cuando Trump se los ha pedido, como en el ataque al Capitolio de enero de 2021, o cuando se han sentido amenazadas por el gobierno o por “la izquierda”. Esta radicalización sin duda afectará a México y a los mexicanos que viven en Estados Unidos. Es momento de empezar a planear cómo contener esta ola de odio.