Luego de algunos meses en los que la sombra de la recesión acechó a la economía mexicana, ahora se apunta hacia un crecimiento moderado. Recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que México tendrá un repunte del 1 por ciento en 2025, mientras que para 2026 el cálculo es de un incremento del 1.5 por ciento. Esto en el contexto de la complejidad de un año marcado por la guerra comercial, los aranceles, la desaceleración de las economías latinoamericanas y la incertidumbre para el comercio internacional y las inversiones.
Si lo ubicamos en un contexto más amplio, el crecimiento mexicano sigue estando por debajo de la media de los países latinoamericanos que tendrán una mejoría de 2.3 por ciento en 2025, de acuerdo a los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Cuando se desató la crisis de incertidumbre provocada por los aranceles de Estados Unidos, México tuvo sobresaltos y bamboleos: de ser el país más afectado por la dependencia del mercado estadounidense pasó a ser de los menos golpeados por los aranceles, con idas y vueltas de pronósticos pero con una certeza: el dinamismo se fue frenando y eso se nota en la generación de empleos, en las inversiones y el consumo.
El punto importante es que pese a la incertidumbre, los aranceles, la guerra comercial y la fragilidad característica de las economías latinoamericanas hay un crecimiento. Limitado e insuficiente, pero se mueve. El problema de fondo es que esta mejoría moderada nunca ha sido suficiente para lograr resultados importantes en la disminución de la pobreza, la desigualdad económica y social, ni en la generación de empleos de calidad. Con un crecimiento moderado, los resultados también son moderados y no alcanzan para llegar a los segmentos más necesitados.
Desde hace décadas América Latina está atrapada en el escaso crecimiento, en la generación insuficiente de empleos formales, en la escasa movilidad social y en las pocas oportunidades reales para que millones de personas mejoren su condición socioeconómica y salgan de la pobreza. En otras palabras, hay mucha pobreza, la economía crece poco, la riqueza se concentra en pocas manos, los puestos de trabajo son insuficientes y de mala calidad, con lo cual se pueden ver mejorías en algunos indicadores pero difícilmente se pueden lograr resultados sociales trascendentes.
El gran reto al que se enfrentan las economías latinoamericanas y no solo la mexicana es romper el cerco de lo moderado, lo limitado y lo insuficiente: no sólo se trata de lograr crecimiento sostenido a tasas que superen el 3 por ciento al año sino de recuperar empleos de calidad, inversiones de calidad y hacer que el dinamismo llegue hasta la gente que lo necesita. Pasar de la no recesión a un repunte mínimo es un movimiento que no cambia el fondo de la cuestión. Falta dar el gran salto: los singapurenses lo hicieron con educación, los finlandeses con ciencia y tecnología, los noruegos con planeación estratégica…