El martes, el resultado de varias elecciones locales en Estados Unidos dio igual cantidad de triunfos al Partido Demócrata.
De tal tamaño ha sido el primer año de gobierno de Donald Trump que en México y otras partes del mundo, al igual que en algunos —pocos— medios estadunidenses, esta derrota ha sido interpretada como una derrota del presidente, quien habita la Casa Blanca y lleva un año alterando, dando órdenes, pretendiendo cambiar la manera con que el sistema estadunidense ha funcionado por décadas, en complicidad con el Partido Republicano, que lo mira con disciplina, pero con miedo.
La interpretación de que esta es claramente una derrota del trumpismo es no solo adelantada, sino que puede traer peores consecuencias. Empiezo con la elección que realmente puede ser trascendente respecto al trumpismo en los tres años que le quedan en la Casa Blanca: California.
El gobernador Gavin Newsom presentó en las urnas una iniciativa para redibujar los distritos electorales del estado en respuesta directa a lo mismo que hizo el republicano gobernador de Texas apoyado por Trump desde la Casa Blanca. Newsom ganó y por mucho. El nuevo mapa, diseñado por los demócratas, ya tiene algunas impugnaciones legales, pero si queda como quiere la mayoría californiana, podría darle cinco o seis triunfos más rumbo a la Cámara de Representantes al partido en las elecciones del próximo año, que podrían ser fundamentales para quitar algo de poder al republicanismo trumpista que hoy gobierna. Ese ejercicio electoral importa.
Los dos estados ganados por los demócratas, Nueva Jersey y Virginia, son entidades que, aunque en los últimos 20 años han tenido algunos, un par de gobernadores republicanos, son más demócratas.
Y por supuesto está Nueva York y el triunfo de Zohran Mamdani. Sin duda importante y, tal vez, transformador para la ciudad y que causará todo un debate al interior del Partido Demócrata, pero cuyo impacto frente a Trump y el trumpismo será el de construirle un nuevo enemigo público con el cual pelearse, como todo populista desea. Imaginemos si, qué sé yo, Salinas de Gortari gobernara Monterrey. La 4T sería feliz, tendría más objetivos a quien culpar y criticar.
Creo que del martes importa lo que sucedió con el voto hispano, que parece haber dado vuelta a su apoyo trumpiano, al menos temporalmente. Pero, más allá de eso, creo que es temprano para que nadie se haga ilusiones. La tormenta ahí está y puede ponerse peor.