Política

El negocio de la ciudad o el derecho a habitarla

Hay ciudades que se reinventan para sus habitantes, y hay otras que se rediseñan para expulsarlos. La Zona Metropolitana, en su actual deriva, parece formar parte del segundo grupo. La transformación urbana que experimenta no responde a una evolución natural del espacio, sino a una reconfiguración orientada por lógicas de mercado que privilegian la rentabilidad del suelo, por encima del derecho a habitar. Es la ‘gentrificación’, ese eufemismo de desplazamiento forzado por medios legales, que encarece, homogeniza, y privatiza lo que antes era común.

El rostro de la ciudad ha cambiado con una velocidad sintomática. Colonias como la Americana, Lafayette, Santa Tere, el Centro o Ladrón de Guevara han visto elevarse el precio de la vivienda y de los servicios a niveles desorbitados. El “barrio más cool del mundo” es hoy un paisaje plagado de departamentos vacíos, construidos no para habitarse, sino para especular. La lógica es clara, se construye no para quien necesita vivienda, sino para quien desea invertir.

El mercado inmobiliario, aliado con las plataformas de alojamiento temporal, ha convertido la ciudad en un activo financiero. En zonas donde hasta hace poco se vivía con modestia, hoy se comercia con la identidad urbana. En la colonia Americana, por ejemplo, el 17% de las viviendas estarían destinadas a alquileres turísticos, mientras que miles de personas, trabajadoras y trabajadores esenciales, son empujados a la periferia, esa otra Guadalajara donde los servicios son escasos, el transporte es deficiente y la vida es más cara en tiempo, que en dinero.

El problema, sin embargo, no se agota en los datos del mercado ni en la estadística. Se trata de una transformación profunda de la función social de la ciudad. Una ciudad que deja de ser un espacio de encuentro, de mezcla, de pertenencia, para convertirse en un decorado rentable y un campo de inversión. Una ciudad donde el habitar es privilegio y no derecho. Una ciudad diseñada para visitantes, pero hostil para quienes la sostienen con su trabajo cotidiano.

Gentrificar no es solo renovar. Es, en muchos casos, destruir memorias barriales, expulsar historias comunitarias y borrar identidades territoriales. Se impone así una estética del despojo.


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Gabriel Torres Espinoza
  • Gabriel Torres Espinoza
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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