El bosque Los Colomos no solo es un emblema natural de la Zona Metropolitana de Guadalajara, sino una infraestructura ecológica de valor incalculable. Esta zona, reconocida por el POTmet como no urbanizable, está bajo ataque por intereses inmobiliarios, bajo la excusa, siempre oportuna, de la sentencia judicial.
Uno de los casos más graves es el del predio en Av. Patria No. 2175, donde una desarrolladora pretende construir una torre de 15 pisos con 140 departamentos dentro del bosque. Aunque el ayuntamiento negó las licencias por incompatibilidad con el uso de suelo, el asunto escaló hasta los tribunales, y la Quinta Sala Unitaria del Tribunal de Justicia Administrativa desechó pruebas clave simplemente porque fueron presentadas de forma “extemporánea”. Una decisión que privilegia el formalismo jurídico sobre la salvaguarda del interés colectivo y el medio ambiente.
No es menor que la magistrada Fany Lorena Jiménez Aguirre haya tenido que recordar al tribunal su deber constitucional de juzgar con ‘perspectiva de derechos humanos y medio ambiente’. La misma magistrada denunció omisiones en el expediente que podrían configurar irregularidades administrativas, al punto de solicitar intervención de la Contraloría municipal y de la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción.
El patrón se repite en Colomos III, un predio de 5.75 hectáreas contiguo al bosque, que a pesar de haber sido declarado Área Natural Protegida en 2018, terminó amparado a favor de un particular. La resolución del Sexto Tribunal Colegiado en materia Administrativa, dictada en agosto de 2025, dejó sin efectos la defensa jurídica del Estado, dejando en entredicho la eficacia institucional para proteger el patrimonio ambiental de todos.
El caso de Los Colomos debe marcar un punto de inflexión. No estamos ante errores aislados, sino frente a una crónica judicial del despojo ambiental, donde la negligencia —deliberada o no— y las omisiones técnicas se traducen en la pérdida progresiva de las reservas verdes urbanas. Ésa es la paradoja, entre más valioso es el ecosistema, mayor es el riesgo de su destrucción. Porque en esta ciudad, el capital ve, en cada árbol una futura torre, y en cada acuífero, una oportunidad de plusvalía.