El cierre de año es un buen momento para evaluar nuestros niveles de rendimiento y los parámetros sobre el éxito y la plenitud. Cuestionarnos qué tan felices somos y que tantas cosas significativas estamos aportando a la vida de los demás.
El final de un año no tiene por sí solo ningún poder mágico para transformar a las personas, pero es un buen referente para tener la certeza de que estamos aprovechando la maravillosa oportunidad de estar vivos… o estamos masacrando el tiempo y más que viviendo, quizá estemos sobreviviendo; atrapados por rutinas y aburrimiento.
¿Qué pasa con tus planes y proyectos de crecimiento personal? ¿Qué tanto consideras que estás disfrutando el presente? ¿Las cosas que haces a diario contribuyen a la plenitud y realización? ¿O estás atrapado en una rutina de conformismo y de apatía? ¿Cuáles son tus fuentes de motivación?
La calidad de tu relaciones en familia, pareja, amigos y trabajo ¿funciona lo mejor que podría ser o sientes que les estás quedando a deber?
Una trampa frecuente en que caemos cuando hacemos planes y evaluaciones al final del año para el próximo ciclo, es intentar cambiarlo y resolverlo todo al mismo tiempo. Esto es completamente carente de efectividad, porque nuestra mente no tiene el poder de ejecutar transformaciones instantáneas ni maravillosas.
La motivación es un excelente arrancador pero no podemos depender de ella para darle continuidad a los planes de mejora continua en el nuevo ciclo que se viene. Para concretar esas metas de transformación personal, necesitamos un compromiso profundo cimentado en valores en los que de verdad creemos y el apego a un proceso de disciplina y de hábitos de alta efectividad.
No tenemos que convertirnos ya en una excelente persona. Podemos empezar por ser una buena persona, después en mejores personas, y la excelencia irá llegando a través del diario ejercicio de la congruencia respecto a nuestros valores y la conducta del día a día.
¿Qué viejos hábitos dañinos estás dispuestos a comenzar a soltar? No intentes liberarte de todo al mismo tiempo. Hacer eso es auto sabotaje. Más vale un pequeño, pero efectivo comienzo, que muchas metas ambiciosas que terminan en nada.