Capaces de duplicar su valor de mercado en menos de 5 años, los cinco grandes gigantes de la tecnología, MAAMA (Microsoft, Amazon, Apple, Metaverse y Alphabet) representan el Olimpos del capitalismo salvaje.
Identificadas en el mundo del dinero como Big Tech, se trata de un puñado de empresas nuevas –la más antigua es Microsoft, creada en 1975—que, en un contexto de globalización y expansión económica en la mayor parte de los países, supieron aprovechar mejor que nadie la revolución digital del último medio siglo.
Con indiscutibles méritos propios, estas empresas son la expresión más acabada del sistema económico que desde la revolución industrial ha tenido en la innovación tecnológica su principal palanca de crecimiento y acumulación de inmensas fortunas.
Así, los grandes “industrialistas” de los siglos XIX y XX fueron remplazados por los nuevos “genios”. Por ejemplo, Apple y Alphabet (Google) son más grandes que U.S. Steel y Standard Oil, dos de los más notables dinosaurios del pasado.
Con independencia de lo que realmente producen y venden --computadoras, comercio electrónico, gadgets, redes sociales y conducción del tráfico en internet--, MAAMA ocupa hoy la cima del mundo por una simple razón: han logrado apropiarse de la narrativa dominante sobre “el futuro de la humanidad”.
Si en esencia el valor de mercado representa la expectativa económica del conjunto de quienes invierten su dinero en las bolsas financieras alrededor del mundo, los casi 10 millones de millones de dólares que hoy valen MAAMA en conjunto son la expresión concreta del sueño que ese relativamente pequeño segmento de personas ha hecho suyo para referirse a “lo que viene”:
Vehículos que se manejen solos, la robótica como principal soporte de la producción de cosas y alimentos, miles de millones de súper seres humanos beneficiados por las grandes e hipotéticas virtudes de la computación cuántica y la inteligencia artificial. Todo, mientras gozamos la Augmented Reality (AR) y/o disfrutamos las más increíbles fantasías personales conectándonos a la Virtual Reality (VR).
Como si todo fuera tan sencillo.
Veamos el caso de Facebook (Meta). Luego de perder su karma de soñador cool para transformarse, a ojos de muchos, en una especie de genio loco que busca controlar el mundo Zuckerberg intenta encantar a los mercados financieros con su melodía sobre un gran y maravilloso universo virtual, algo que en el negocio de los videojuegos se usa desde hace mucho tiempo para matar zombis, monstruos y muy poco más.
Si bien podría ubicarse que los efectos de la última ola de la irrupción tecnológica se hicieron virales por ahí del 2007 –cuando sale al mercado el iPhone--, el hecho es que la gran mayoría de los avances tecnológicos que hicieron posible este mismo producto y algunos de los principales logros de la MAAMA se remontan a una serie de pequeñas transformaciones de varias décadas hacia atrás.
En otras palabras, aterrizar el sueño de un futuro fantástico no será una tarea sencilla. Probablemente el principal desafío estará en el campo de la computación cuántica, pues si bien ya hay algunos prototipos en operación –con capacidad de procesar en minutos operaciones que una computadora no cuántica tardaría miles de años--, darle un sentido práctico a una herramienta que necesita temperaturas inferiores al cero absoluto –menos 273 grados centígrados--, y manipulación de materiales a nivel sub atómico, es un asunto que no necesariamente se puede empatar con la próxima asamblea de accionistas.
Ante esa realidad, la Big Tech se comienzan a comportar más como su bisabuela Ma Bell (AT&T) y otros dinosaurios que, ante su pérdida de competitividad, utilizaron su inmenso tamaño para construir condiciones monopólicas a su favor y levantar muros para protegerse de las nuevas transformaciones.
Como lo señala el The Economist en un texto reciente, no es gratuito que durante el 2021 MAAAMA haya destinado 280 mil millones de dólares para tragarse (comprar) un buen número de compañías rivales. Como ya ocurrió antes, pasan de revolucionarios a bullys, pues la propia historia de las grandes empresas que protagonizaron alguna gran irrupción tecnológica demuestra que su derrumbe suele ocurrir, no por la regulación y límites antimonopólicos, sino a consecuencia del embate de la siguiente gran ola de innovación.
César Romero*
*Profesor de la UNAMcesar196311@gmail.com