Lo hicieron de día, en domingo y con el museo abarrotado de turistas. Ellos mismos llevaron la grua con montacarga que les ayudó a subir a la galería Apolo que exhibía las joyas de las extintas monarquías de la dinastía Napoleónica. Alarmas obsoletas, forzaron la ventana y entraron. En menos de 5 minutos rompieron las vitrinas, tomaron lo que pudieron, dejaron detrás de la fabulosa corona de la Emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III y huyeron. Al margen de la audacia, temeridad y planeación, esto evidencía la debilidad de la burocracia cultural del museo más visitado del mundo.
De ahí para abajo, el sindicado de vigilantes y el de trabajadores del museo ya habían reportado que los sistemas de seguridad eran obsoletos, el número de guardias en cada sala insuficiente y la logística de visitas fuera de rangos ante el número de asistentes. La burocracia cultural vive alejada de la realidad, dirigen con buenas intenciones y sin pragmatismo. Si esto pasa en el primer mundo podemos dimensionar el estatus de México. El aumento del precio en la entrada de los museos no va a incidir en que tengan mejor mantenimiento.
La realidad es que en nuestro país no hay esos espectaculares asaltos porque no hay piezas de ese valor y porque nos protege Xipe Tótec el desollado, creo que por lástima. En el Paraíso celestial de los emperadores debe estar muy molesto Napoleón III, él que llevó una vida política muy activa, fue el segundo emperador, fundó el Segundo Impero y más tarde fue el primer presidente y fundó la Segunda República. Lo más importante es que modernizó París y la convirtió en el escenario de grandes novelas, como En Busca del Tiempo Perdido.
Le comisionó a Georges-Eugene Haussmann que acabara con esas callejuelas oscuras y lodosas, plazas sucias y creara bellas avenidas y paseos, modernizara los parques, organizara la ciudad, y gracias a ese trabajo de urbanismo y arte fundaron el mito de París. Claro, lo hicieron con pragmatismo y buen gusto, sin preguntar a los diferentes “colectivos y tribus urbanas” qué querían, no existía la demagogia de la gentrificación y arrasaron con los fragmentos más deteriorados, respetaron lo fundamental y tuvieron visión a largo plazo.
Eso no pasa aquí, invadidos por ambulantaje y suciedad, con las calles deterioradas al máximo, la cuidad sin mantenimiento y la ideología sustituyendo al urbanismo, contemplamos la rápida destrucción del acervo urbano arquitectónico y de espacio. Las joyas Napoleónicas serán despedazadas y vendidas en fragmentos, dejando el vacío en las vitrinas y la indeleble mancha en la burocracia cultural. Activistas, ladrones, turismo vandálico, es lo que soportan los museos, mientras la negligencia burocrática establece “relaciones colaborativas con los colectivos”. Nosotros estamos peor, las joyas que perdemos cada día están representadas en el deterioro de museos, zonas arqueológicas, escuelas de arte, espacios culturales. El tiempo lo pone en evidencia.