La profesión docente ha sido colocada por la política educativa como la principal responsable de la formación de niñas, niños y adolescentes, así como de lo qué pasa en las escuelas. La escuela tiene nuevas demandas sociales, incluyendo aquellas que la familia ha dejado en un lugar periférico. Demandas que se traducen en nuevas exigencias para el docente.
Los escenarios sociales y educativos actuales colocan a los docentes ante desafíos diferentes que provienen de las nuevas narrativas sociales que interpelan la tradición de enseñanza pedagógica y le exigen un tránsito hacia formas más incluyentes, colaborativas y democráticas en su función.
Se requiere pensar en políticas integrales, y con sentido amplio, que atiendan la complejidad actual de la formación y el trabajo docente. Políticas que apunten a replantear la formación inicial para trascender lo meramente pedagógico y procurar la adquisición y desarrollo de capacidades.
Políticas que refuercen la formación profesional y estén disociadas de las cuestiones de orden laboral. La formación continua de maestras y maestros tendrá mayor sentido si responden a sus necesidades formativas particulares y tienen vínculos estrechos con su práctica. Establecer programas de formación pertinentes que apoyen el tránsito paradigmático del currículum y la gestión educativa en las escuelas es una prioridad de política.
Políticas que atiendan la revalorización docente desde el inicio de la carrera y durante toda su trayectoria. La admisión a la docencia implica volver la mirada a los procesos formativos iniciales, replantear el proceso de ingreso en función a ello. La promoción docente debe considerar referentes más cercanos al desempeño y separar el criterio de antigüedad para reconocerlo y estimularlo en lo particular. Un proyecto político de nación y de escuela, será más pertinente si se considera la participación de los docentes desde el diseño de política. En el olvido debe quedar la tendencia de considerarlo sólo como ejecutores. Avanzar en políticas docentes más pensadas es pensar en nuevos compromisos y nuevas responsabilidades, pero también en nuevas formas de participación.