El campo problemático de la pedagogía crítica exige posicionamientos claros frente a la educación que se desarrolla, frente al currículum y frente a la escuela. Las maestras y los maestros no agotan su papel en la enseñanza-aprendizaje en las aulas, trascienden el espacio de la escuela. Configuran su práctica educativa y docente en el contexto institucional y en el reconocimiento e interacción con el entorno social. No se abstraen de la realidad donde se inscribe la escuela. Su posicionamiento no solo es pedagógico, sino también político y ético. En la pedagogía crítica, la búsqueda y promoción del bien común tiene un sentido de construcción de colectividad y de comunidad, es decir, tiene un sentido político que interpela las injusticias, la inequidad social, la exclusión, la pobreza, la antidemocracia, lo instituido, el statu quo. En esta conexión social, los docentes configuran su posicionamiento, desde la reflexión-acción en el acontecer socioeducativo cotidiano.
El posicionamiento político-pedagógico-ético del docente en este contexto, se caracteriza por una visión amplia de lo que significa la educación pública. En su docencia se despliegan acciones y estrategias alternativas que marcan diferencia ante lo homogéneo y lo establecido. La diferencia se asume como una filosofía y una posición en mundo. El docente crítico se siente incómodo ante el poder y sus manifestaciones, pero también reconoce su propio poder educativo, aun con las limitantes que enfrenta en su práctica. La esperanza y lo posible lo animan en su lucha diaria. Reconoce al currículum como un dispositivo del Estado para formar pensamiento, por ello muestra resistencia y busca moldearlo en congruencia con su realidad y no deja de percibir a la escuela como cimiento de esperanza para una sociedad más democrática, justa e incluyente.
La cultura política que se ha configurado a lo largo de los años en nuestro país ha limitado los sueños y la esperanza por una vida mejor, ha desacreditado a la educación pública, ha determinado la cultura escolar impregnada de lógicas de mercado y ha sido un freno para avanzar en mejores condiciones laborales para el magisterio. Sin embargo, la resistencia prevalece y la lucha sigue. Giroux (2008) refiere que “También implica que la lucha será larga y ardua y con el tiempo las semillas de la nueva sociedad pueden o no florecer. En otras palabras, uno tiene que luchar en contra del nuevo autoritarismo y esperar que ese esfuerzo sea recompensado en el futuro. La dialéctica entre la realidad y la promesa no puede eludirse, sólo puede ser ignorada, y esto por aquellos que tienen el poder político y económico para cerrar sus puertas y esconderse de la carnicería que ellos producen, pero que de hecho nunca ven o tocan. Esta es la época de los asesinos limpios” (p.17) Esto explica porque hoy, los docentes han salido a las calles a luchar por una educación pública mejor, por mejores condiciones laborales, por la erradicación del sindicalismo corporativo y por la dignificación de su tarea.
El contexto social es complejo y difícil. La creciente carestía de vida, la inseguridad, la incertidumbre social, la escasez de espacios laborales, la presencia de organizaciones criminales, el avance descontrolado de las nuevas tecnologías de comunicación e información y la disminución de la credibilidad política de diferentes actores implica la toma de posicionamientos político-pedagógico-éticos más claros y firmes desde la escuela y desde la docencia. La indiferencia tiene que ser desarraigada de las prácticas educativas. Tomar partido por la educación pública es necesario. Las maestras y maestros tenemos que generar nuevas narrativas desde la escuela, nuevas formas de relación y análisis. Una narrativa que cuestione e interpele el mundo de la apariencia que por años se ha construido. La escuela y los docentes tenemos que reconocernos como dispositivos para construir ciudadanía, ciudadanía con sentido social. Aquí radica el sentido político de nuestra tarea.
Por ello insistimos, la tarea docente no se agota en el aula, los docentes deben buscar y construir nuevas esferas públicas alternativas de acción, que se articulen a su labor y que busquen el bien común, explorando nuevas formas de organización colectiva, en la escuela y en la comunidad.