Las brujas, a diferencia de las Sílfides, provienen del fuego. Las Sílfides, o Hadas del Aire, son solo eso: seres etéreos, luminosos, graciosos y benévolos. Las brujas son otra historia. Se cree tienen dos orígenes: la primera teoría supone que se forman por la acreción de los humores sulfurosos emanados de fuentes geotérmicas y volcánicas. La segunda idea propone su génesis a partir del impacto de un rayo contra las rocas. Se tiene evidencia de ambos procesos. Lo cierto es que el fuego es la sustancia esencial. Pero no todo en las brujas es fuego, electricidad y vapores; la magia antigua juega un papel fundamental, pues sin ésta, las solas fuerzas de la naturaleza serían insuficientes para crear semejante prodigio.
Me viene a la mente la novela de Mary Shelley. ¿No ha recreado Víctor, su personaje, usando la electricidad como catalizador? No fuera ella, la autora, una auténtica bruja, o alquimista moderna, revelando algún secreto antiguo, esencial, ensayándolo en un texto literario.
Las formas que toman las brujas son varias; en cuanto a su forma femenina, hay que decir que es mera ilusión creada por el mito generacional bíblico de Adán y Eva, o tal vez la transformación que hicieran los católicos de las Valkirias en prosaicas brujas. La bruja es una entidad sin definición sexual, aunque en algunos momentos pueda incorporar tales potencias en su expresión.
Se ha popularizado la escena de brujas volando; es entendible porque, de hecho, representan la fase aérea del fenómeno. A mí me tocó verlas en un bosque; eran esferas ígneas que rodaban por el suelo, pero que se levantaban en momentos, emitían un chirrido peculiar y pronto desaparecían en la oscuridad. Se les ha visto más en el aire y existen muchos recuentos de ello. Hace años, en una excursión por las montañas, me tocó verlas: grandes volutas de fuego saliendo de una vieja mina a la mitad de un cerro, volando unas y otras, deslizándose por la ladera. Y esto fue por la tarde, porque es un fenómeno no exclusivo de la noche, de hecho ocurre a cualquier hora, pero es más notorio en la oscuridad.
Hace años –muchos lo recuerdan– una bruja atacó a un oficial de policía, esto en el municipio de Guadalupe. El hecho está bien documentado. La bruja se le apareció en forma de una mujer desaliñada y con los rasgos típicos de quien solo las ha visto en cuentos y películas. Fue a dar al cofre de la unidad en la que viajaba, golpeó el parabrisas y lo acosó un rato más, pero finalmente logró huir y dejarla atrás. El oficial reportó el incidente y fue inmediatamente remitido a examen psiquiátrico, pero no lograron encontrar indicio de enfermedad mental y toxicología no encontró nada. Lo enviaron a su casa unos días, bajo la sospecha de cansancio o estrés. Éste ha sido quizá el encuentro más famoso que se ha registrado en Monterrey.
Esto desata una controversia: ¿vemos lo que realmente ocurre frente a nosotros o solo lo que queremos ver? Puede ser también que estemos limitados y que estemos procesando lo que percibimos en esquemas cíclicos imposibles de expandir o romper. Quizá una mezcla de todo lo anterior. Lo cierto es que algo ocurre, y solo es cuestión de aplicar los métodos correctos para determinar qué carajo está ocurriendo a nuestro alrededor.
Brujas: la conexión entre lo natural y lo siniestro, lo perverso, lo oscuro y la magia. ¿Son meros fenómenos alquímicos aberrantes o auténticos seres conscientes, inteligentes y sapientes? ¿Son estos seres o fenómenos producto de las combinaciones de los cuatro elementos originales propuestos por Empédocles y catalizados por la mente del hombre? Aquí todo es posible. Por lo pronto, cuando salga al monte, hay que estar atento a cualquier fenómeno ígneo esferoidal que se mueva, ya sea sobre el suelo o en el aire. Ya sabemos de qué se trata.
Adrián Herrera
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