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  • Gabriela Mistral a 80 años del Nobel: una voz que sigue incomodando

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Gabriela Mistral, 1899-1957. (Archivo Histórico de Gabriela Mistral)

Los archivos de la poeta chilena revelan a una figura más compleja que la visión instalada por la dictadura, que ha costado décadas desmontar.

La capital chilena se apresta a inaugurar un monumento a Gabriela Mistral (Vicuña, 1889–Nueva York, 1957) en un sector que fue epicentro del estallido social. En abril pasado, al iniciarse las conmemoraciones por el Nobel, la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, afirmó que el Estado la relevaría totalmente de su figura, incluyendo su lesbianismo. La frase hizo que sectores conservadores pusieran el grito en el cielo. La madre de todos, la mujer sufriente y desexualizada, que no fue correspondida ni tuvo hijos, la santa célibe son algunas de las imágenes que el patriarcado construyó a partir de Mistral y que la dictadura reforzó para opacar en parte al otro Nobel chileno, el poeta comunista Pablo Neruda.

El 10 de diciembre se cumplirán 80 años desde que la poeta recibiera el Premio Nobel en Suecia, convirtiéndose en la quinta mujer del mundo y la primera de Hispanoamérica en obtenerlo. Por clase, por raza y por género, su destino era otro, por lo que debió abrirse camino entre obstáculos que aún resuenan. Los documentos que la sobrevivieron en Estados Unidos y que fueron donados al Estado chileno tras la muerte de su última compañera sentimental, Doris Dana, invitan a leerla y estudiarla con libertad.

Con la digitalización de su archivo, han surgido nuevas lecturas que intentan hacer justicia a diversas facetas como su relación con la naturaleza, la espiritualidad, la literatura infantil y sus redes de amigas y colaboradoras, además de entregar información para cuestionar publicaciones anteriores.

A México

Educadora, corresponsal, diplomática, poeta: cientos de escuelas llevan su nombre en Latinoamérica. ¿Cómo sucedió que una escritora de origen humilde, nacida en un pequeño pueblo del norte de Chile, sin educación formal y criada en una familia de mujeres, accediera al galardón literario más prestigioso del mundo? Desde muy joven, además de trabajar como ayudante de maestra, Mistral escribía en la prensa bajo seudónimos —Alma, Alguien, Soledad— sobre temas que la inquietaban. Esa presencia polémica le cerró las puertas de la Escuela Normal, pero le abrió camino en la educación, la diplomacia, la política y la literatura. Entre sus corresponsales estuvo, entre otros, Rubén Darío.

De ayudante pasó a maestra, inspectora y directora, hasta obtener el cargo más alto al que podía aspirar en Chile: la dirección del Liceo número 6 de Niñas de Santiago, atrayendo numerosas críticas por no poseer un título profesional. Mientras su obra literaria comenzaba a circular fuera de Chile, la Revolución mexicana la esperaba para contribuir con su pensamiento pedagógico. A los 33 años llegó a México a colaborar en la reforma educativa. En el puerto de Veracruz la recibió Palma Guillén, profesora normalista, intelectual y figura clave de la educación mexicana. Aparece incluso en La Creación, el primer mural de Diego Rivera.

En 1922, la Secretaría de Educación Pública designa a Palma Guillén como su guía y colaboradora. Desde entonces viven juntas por temporadas en distintos países mientras se desenvuelven como diplomáticas. Se trataban de “hijita” y “vida”. Juntas adoptan al sobrino de la poeta, Juan Miguel Godoy (Yin Yin).

De la relación de ambas queda una correspondencia de gran intensidad. Desde La Habana, el 17 de agosto de 1942, Guillén escribe a Mistral: “Hijita querida, cómo puedes decirme que en mis cartas hay un qué me importa a mí de ti? No, no, mi linda. Tú y Yin Yin, los dos juntos, son mi angustia más constante.

“Además, antes de esas (cartas) tuyas por las que he sabido tus problemas con Yin Yin, la impresión que yo tenía de tu vida era la de que habías encontrado una especie de equilibrio en un país que te gusta y entre gentes que te acompañan y te cuidan, y que yo no te hacía ninguna falta. Fuera de ser para ti un buen recuerdo —el recuerdo de un ser leal y querido—, no me parecía que yo pudiera significar ya nada más para ti”.

Yin Yin se suicida a los 18 años en Petrópolis, Brasil. Palma llega cuando el hecho ya ha ocurrido. Acompaña a Gabriela durante dos años. Más tarde, se casa con el escritor español Luis Nicolau —a quien ambas habían ayudado a huir durante la Guerra Civil española—, sin romper nunca el lazo con la poeta.

Después de ganar el Nobel y vivir en varios países como cónsul, Mistral se instala en 1953 en Long Island, Nueva York, junto a su compañera estadunidense, Doris Dana. Cuatro años después, en enero de 1957, la escritora chilena muere, dejando a Dana a cargo de una cantidad enorme de manuscritos que guarda celosamente en cajas que no permitía ver a nadie. Investigadores chilenos y extranjeros la visitaban. Dana los recibía, pero no les mostraba nada.

Gabriela Mistral  y Doris Dana
Gabriela Mistral (de sombrero) y Doris Dana en Chichen Itzá en 1948. (Archivo Histórico de Gabriela Mistral)

A fines de 2006 Dana muere y su sobrina Doris Atkinson decide donar los papeles al Estado chileno. En octubre del año siguiente, al conocerse las cartas entre Mistral y Dana —uno de los eslabones perdidos que las investigadoras buscaban con ahínco para poder construir biografías, lecturas, ensayos—, su contenido desata viejos debates. Los titulares hablan de “misteriosa sexualidad”, académicos niegan cualquier relación afectiva entre ambas mujeres. La apertura del archivo evidenciaba prejuicios preexistentes.

Los documentos confirmaron que Yin Yin era el sobrino adoptivo de Mistral y que compartió su crianza con Palma Guillén. También permitieron ver cómo funcionaba esa red emocional y laboral: Palma se hacía cargo del adolescente cuando Mistral viajaba. Tras su muerte, acompañó a la poeta durante dos años decisivos. Asimismo, aparecieron cartas en las que la mexicana la aconseja respecto a distintas versiones para su proyecto más ambicioso, el Poema de Chile, en el que trabajó dos décadas y que fue publicado en forma póstuma. En este vuelve a su tierra natal como un fantasma y la recorre de norte a sur junto a un niño y un ciervo. En la marcha va describiendo flora, fauna, paisajes y formas de oralidad en diálogo con sus acompañantes.

Más revelaciones

Antes de donar los papeles, Atkinson alquiló un departamento para resguardar los documentos e invitó a dos especialistas a revisarlos: El chileno Luis Vargas Saavedra y la académica estadunidense Elizabeth Horan. Vargas publicó rápidamente poemas inéditos. Horan —quien llevaba más de dos décadas investigando a Mistral y ya había editado la correspondencia con Victoria Ocampo— aprovechó para afinar su biografía. “La santa no habla, es sufrida, misericordiosa, tiene piedad —me dijo entonces la profesora de la Universidad Estatal de Arizona en entrevista—. La representación de Gabriela Mistral como santa en Chile refleja un nacionalismo restringido que silencia a las mujeres como sujetos históricos”.

En Mistral: una vida. Solo me halla quien me ama (Lumen), publicado hace dos años, Horan expresa sus temores respecto a que parte del legado se perdiera. La donación, dice, implicó una “reparadora apertura”. ¿Cómo explicar el temor? ¿Será la misma homofobia que persiguió a Mistral y que, en una carta a Dana, nombró como “xenofobia” al explicar por qué no quería vivir en Veracruz?

Aún falta mucho por conocer: la correspondencia con otras mujeres, análisis críticos de lo ya publicado, dos tomos más de la biografía de Horan que se anuncian para los próximos años. Verónica Jiménez, escritora y directora de Garceta Ediciones, acusa una ansiedad tanto fuera como dentro del aparato cultural del Estado por publicar a partir de los nuevos materiales sin el tiempo prudente. “Se aprovecharon de sus cargos, se dejaron llevar por la ambición de estampar sus nombres junto al de Gabriela Mistral, lo hicieron con la urgencia de llegar a librerías y el resultado es, en general, un desastre”.

Se refiere, entre otros, a las compilaciones de cartas realizadas por Pedro Pablo Zegers, Niña errante (Lumen, 2009), Hijita querida (2011, Pehuén), que dan cuenta de la correspondencia Dana-Mistral y Guillén-Mistral, respectivamente, y en forma incompleta. También a Poema de Chile (versión de Diego del Pozo, La Pollera, 2013) y la Obra reunida, colección de ocho tomos coordinada por Jaime Quezada (Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, 2021).

Un enorme rompecabezas

Bernardita Domange, doctora en Filología Española, estudia desde hace años los manuscritos de Poema de Chile, que Mistral escribió durante las dos últimas décadas de su vida. Para Domange, los papeles revelan a una escritora multifacética: reflexiones sobre flora, fauna, religión, política continental, misticismo y teosofía conviven con listas de compras y anotaciones domésticas.

Dice que, en los cuadernos, la obra aparece primero como “Recado de un viaje imaginario”, parte del libro Lagar. Pero los materiales crecen hasta desbordar ese plan inicial. La escritura se intensifica en 1952 y 1954, con la visita de Martha Salotti y Margaret Bates, quienes ayudan a organizar los poemas escritos a lápiz grafito.

Hay variantes, versos paralelos, poemas incompletos y múltiples opciones. La obra publicada en 1967 por Doris Dana con 77 poemas enseña solo parte de ese proceso. “La obra no es necesariamente lo que está publicado. También lo son los borradores, las listas preparatorias, las notas sobre lo que estaba escribiendo. Es entrar al taller, al corazón del proceso”, señala Domange.

La edición de 2013 de Diego del Pozo, publicada por editorial La Pollera, reúne ciento treinta. La diferencia tiene que ver, a juicio de Domange, con la naturaleza abierta del manuscrito, que se resiste a una versión definitiva. “Es un gran rompecabezas para quienes estudiamos los manuscritos”, explica.

El prólogo de Del Pozo es insuficiente para explicar cómo logró duplicar la cantidad de poemas. Quizá se relacione con lo que Verónica Jiménez critica respecto a la infraestructura cultural chilena al momento de recibir el legado: “El mayor problema fue no haber creado de inmediato un equipo interdisciplinario de especialistas para su revisión. Hablo de críticos y filólogos”

Con los nuevos materiales mistralianos, Jiménez publicó en 2017, junto a la investigadora Lorena Garrido, Manuscritos: poesía inédita. Ahora preparan una edición “sin censura” de la correspondencia Mistral–Guillén. La digitalización y apertura del archivo permiten nuevas ediciones que buscan hacer justicia a las distintas facetas de Mistral —su relación con la naturaleza, su interés por la espiritualidad, su relación con la literatura infantil, sus redes de amigas y colaboradoras—. A ochenta años del Nobel, Mistral vuelve al espacio público en forma de monumento y como autora liberada de antiguos “dueños”. Su obra se democratiza y queda abierta al debate y a la lectura crítica.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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