Gioconda Belli (Managua, 1948), Premio Carlos Fuentes e invitada al Festival Internacional Letras en San Luis 2025, sostiene que el mundo necesita “una revolución de la imaginación política y de la empatía”. Despojada de su ciudadanía en 2022 y exiliada en España junto a su compatriota Sergio Ramírez, Belli advierte sobre el apoyo del gobierno mexicano a la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua. “El gobierno de México está apoyando una izquierda ficticia”, señala en charla con Laberinto, poco después de anunciarse el reconocimiento que otorgan anualmente la UNAM y la Secretaría de Cultura del gobierno mexicano. Por otro lado, Belli participará en la edición 18 del Festival Internacional Letras en San Luis, que se celebrará del 24 al 28 de noviembre, al que también asistirán la rumana Ana Blandiana y la chilena Diamela Eltit, quienes, como ella, han enfrentado la persecución política.
La autora de Sobre la grama (1972) y La mujer habitada (1988), sus respectivos debuts en la poesía y la novela, se declara admiradora de Carlos Fuentes desde que leyó La muerte de Artemio Cruz (1962). “He admirado su sentido de responsabilidad intelectual; esa es mi conexión más grande con él. Nunca se desapegó de México, pese a que era tan cosmopolita, y reivindicó el mestizaje sin ocultar cuánto se sufrió durante la Colonia. Conocí a Fuentes en Nicaragua, cuando llegó en la primera y más entusiasta época de la Revolución Sandinista (1979). Si mal no recuerdo, fue el primer intelectual de peso que arribó a Managua en esos días. Estaba lleno de curiosidad y muy impresionado de que esa lucha hubiese triunfado. Lo volví a ver en reuniones de escritores y me parecía muy seguro de sí mismo, elegante, digno, muy cercano”, dice la ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2023.
Poeta, narradora y ensayista, Gioconda Belli ha sobrevivido a dos dictaduras en Nicaragua, una revolución armada y dos exilios, y ha obtenido numerosos galardones literarios. Recibirá el más reciente de ellos, el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español 2025, el próximo martes 11 de noviembre, día del aniversario de nacimiento de Terra Nostra.
Belli cuenta que recibió la noticia del premio cuando se preparaba para viajar y presentar en Cáceres su más reciente obra, Un silencio lleno de murmullos (2024), luego de ser una de las seis finalistas de la VI Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, que se entrega desde 2014 en Lima, Perú, en homenaje al Nobel de Literatura (primer ganador en 2012 del Carlos Fuentes), y que se falló en favor de su compatriota Sergio Ramírez por El caballo dorado.
Carlos Fuentes apoyó la revolución sandinista. A casi medio siglo del triunfo del FSLN y con el premio literario en honor al escritor mexicano concedido hace once años a Sergio Ramírez, ¿cómo reivindica el premio los ideales de aquel movimiento?
Creo que reivindica el valor transformador de la palabra y la necesidad de estar presente en la historia de manera activa. Es lo contrario a premiar al artista encerrado en una torre de marfil. Este premio es para quienes nos involucramos con pasión en la sociedad y buscamos descifrar sus motivaciones y trampas.
El Premio Carlos Fuentes reconoce el conjunto de la obra en español. Para usted que ha sufrido en dos ocasiones el exilio, con dos dictaduras distintas en más de medio siglo, que ha sido despojada de su nacionalidad, ¿qué representa el idioma y qué es la obra literaria en tal contexto?
El idioma español es una seña de identidad y un manto colectivo. Me protege y me une a una comunidad de seiscientos millones de personas. En el exilio soy menos exiliada y vivir en España me salva de la soledad.
El Carlos Fuentes es auspiciado por la UNAM y la Secretaría de Cultura del gobierno de México, que lo creó en 2012 y entregó a Mario Vargas Llosa, quien ya había ganado el Nobel. ¿Cómo lee el hecho de que hoy se entregue a una escritora opositora a la dictadura de Nicaragua y perseguida por ella cuando el actual gobierno mexicano de Claudia Sheinbaum (y antes el de Andrés Manuel López Obrador) se ha negado a condenar la dictadura de Daniel Ortega?
Hay una gran diferencia con el México de los años setenta, que protegió y apoyó las luchas contra las dictaduras en América Latina. José López Portillo rompió relaciones diplomáticas con Somoza en mayo de 1979 y eso aceleró el triunfo de la revolución sandinista. El gobierno de Ortega y Rosario Murillo ha utilizado la memoria de esa revolución de la que solo guarda el artificio. A pesar de que ha derivado de nuevo en una dictadura, mantiene la simbología revolucionaria como fetiche. Ortega y Murillo usan el lenguaje antimperialista a pesar de que Estados Unidos es su mayor socio comercial, usan la prédica de la soberanía cuando el pueblo, que debía ejercerla, los ha repudiado. La única razón de que sigan en el poder es porque tienen a la fuerza militar y castigan toda opinión crítica con el exilio, la cárcel o la muerte. Eso no es soberanía respetable. El gobierno de México apoya a una izquierda ficticia.
Regresa a México al Festival Letras en San Luis, al que asistirán Diamela Eltit y Ana Blandiana, también opositoras a dictaduras. ¿Cómo lee esta coincidencia que da la literatura: tres mujeres, las tres de la misma generación, tres escritoras censuradas y perseguidas?
Creo que será una gran oportunidad para mostrar que la palabra es a veces el único muro de contención contra las dictaduras, la que las expone, y también para mostrar la función del arte en la búsqueda de la libertad y en hablarle al poder con la verdad.
Ha ganado casi todos los premios importantes del idioma español, solo le faltarían el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y el Cervantes, que se han entregado a muy pocas mujeres. En su obra, ha expuesto el machismo y la misoginia en nuestras sociedades. ¿Cómo ha lidiado como persona con el machismo en el medio literario?
Es una verdad como una casa que las mujeres en la literatura siguen siendo vistas con distancia por los hombres. Se les escudriña y exige más que a sus colegas y suele haber reticencia para concederles premios. Es verdad que el hombre ha tenido más tiempo y exposición en ese mundo y eso también influye. Soy optimista y pienso que esas desigualdades se superarán no solo por los méritos de las escritoras, sino porque está claro que, como insistimos muchas, se trata de una rémora del pasado.
¿El machismo es otra dictadura?
Es la forma de explotación y dominación más antigua. Pienso que esa situación debe cambiar para que el mundo cambie. Los conservadores, que temen al futuro y quieren que el mundo retroceda, ven al feminismo como una amenaza. La igualdad entre hombres y mujeres es esencial para el progreso de ambos.
El Festival Internacional Letras en San Luis es exclusivamente para la lectura. Los autores acuden y leen fragmentos de sus obras. ¿Qué implica esa relación directa, vinculante, con un lector o una lectora de carne y hueso, en quienes ve usted el reflejo inmediato de sus palabras?
Para los autores, es el mejor regalo que ofrecen los festivales. Por eso asistimos a ellos y nos gusta participar. Tengo muchas ganas de estar en San Luis Potosí y ser parte del festival.
En su poema “El hombre que me ame”, perfila a una pareja. ¿Cómo debe ser para usted “el lector que la ame”?
No tengo requisitos para mis lectores. Es suficiente que sean ellas y ellos mismos.
Uno de los sellos de su poesía es la reivindicación del cuerpo y el sexo femeninos. En su narrativa, hay una apología de las mujeres en la Historia y como personajes literarios. ¿En qué momento tuvo conciencia de ser mujer, de qué significa ser mujer en la literatura?
Desde que escribí mis primeros poemas y estos causaron un escándalo, me di cuenta de que para la mujer había temas tabúes y expectativas muy tradicionales. Mi literatura desafía la concepción de la mujer como marginal y sometida porque creo que esa es una idea prejuiciada, una especie de “mandato” nocivo para la plenitud y el potencial que llevamos dentro.
En su reciente novela, Un silencio lleno de murmullos, que cierra su trilogía sobre su actividad política con el sandinismo —con La mujer habitada, novela, y El país bajo mi piel, memorias—, se concentra en las repercusiones de este movimiento en las hijas y los hijos de aquellos revolucionarios; es decir, se concentra en lo personal como universal. ¿Qué le da la ficción a una autobiografía?
Se trata de una novela, no de una autobiografía, porque los personajes y lo que les sucede son distintos a mi experiencia. Sin embargo, como decía Doris Lessing, toda novela es autobiográfica porque la escribe una persona que, de forma inevitable, usa su memoria como recurso. Esa novela reflexiona sobre el sentimiento de culpa que toda mujer-madre experimenta ante la contradicción entre su propia realización personal y el rol maternal, pero también es un relato sobre la desilusión del proyecto revolucionario, el regreso de la tiranía a Nicaragua. Todo eso aparece envuelto en una historia de suspenso, de fantasmas.
Ha participado en varias revoluciones en su vida y en su obra: una revolución armada, una política, una sexual, una literaria, en la que después de mucho tiempo se reconoce a las escritoras. ¿Cuál es la revolución que necesitaría el siglo XXI, marcado por exilios, genocidios, dictaduras? Hay quienes ceden a las tentaciones autoritarias.
El mundo necesita una revolución de la imaginación política y de la empatía.
AQ