Comunidad

Hay de funcionarios a funcionarios

“En Palacio todo es despacio”, escuché alguna vez durante mi paso por la administración estatal. El tiempo me dio la razón: en los tres niveles de gobierno hay de todo. Servidores públicos que honran su encargo, otros que lo usan como trampolín personal, y muchos más que simplemente flotan entre la inercia y la simulación.

Ahí están los casos recientes: el diputado morenista Humberto Armando Prieto Herrera, protagonista de polémicas que exhiben el doble discurso de la austeridad; o Alejandra Hernández, ex funcionaria del Ayuntamiento de Tampico, cuyas decisiones dejaron mal parada a la alcaldesa Mónica Villarreal y que, aun separada del cargo, sigue moviéndose entre los círculos morenistas, ahora bajo la sombra de un nuevo escándalo: el presunto impago a artistas que elaboraron calaveras monumentales.

Pero también hay ejemplos que dignifican el servicio público, como el de Daniel Paz Pérez, del Instituto Tecnológico Superior de El Mante, recién incorporado al Sistema Nacional de Investigadores por su labor en la academia y la producción científica. Un reconocimiento que demuestra que no todo está podrido, aunque la podredumbre haga más ruido.

Y sin embargo, la verdadera luz no viene solo de los académicos. El compromiso más admirable se encuentra en la trinchera diaria: en ese ejército silencioso de servidores públicos que sí funcionan, aquellos que rompen el paradigma del burócrata. Son quienes en las ventanillas, en las patrullas, en las brigadas de Servicios Públicos o en los hospitales, deciden ejercer la empatía como su principal herramienta.

Son ellos los que resuelven una solicitud a pesar de los procesos lentos, quienes contestan un teléfono y regresan una llamada, quienes hacen la diferencia entre la queja y la solución. Su labor no les ganará un boletín de prensa ni un reconocimiento en una revista; su única recompensa es aliviar la frustración ciudadana. Ellos son el motor real que impide el colapso total de la administración.

Unos llegan a corromperse, otros a corromper; algunos a servirse del poder, y los menos, a servir desde él. Existen los funcionarios rémora, esos que viven del halago y del aplauso, convencidos de que su jefe es infalible, casi un ungido por la gracia divina.

Y están los oportunistas de oficio, los que cambian de bandera como quien cambia de camisa, siempre listos para jurar lealtad al nuevo sol político que los calienta.

La diferencia entre un funcionario y otro no está en su partido, sino en su conciencia. Pero eso, lamentablemente, no se enseña en ningún curso de inducción al servicio público.


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Víctor Hugo Martínez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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