La hija de María desapareció el sábado. Al no llegar a la hora que había prometido, María no sabía si preocuparse o enojarse. No era la primera vez que pasaba.
Pensó en reportar a la Policía, pero la vecina le dijo que tenía que esperar un par de días y recordando la regañada que le dieron la ocasión pasada, cuando apareció a las pocas horas con una disculpa, mejor decidió esperar al lunes.
Ese día llamó al 911 y la operadora la orientó para acudir al Ministerio Público a poner la denuncia. Y ahí, María salió otra vez regañada.
A los ocho días, María recibió la noticia de que el cuerpo de su hija había sido encontrado en un baldío, sin vida.
Ella sospechaba que el responsable era el muchacho con el que su hija salía, pero no había hechos que lo probaran; estaba formada en la lista de las investigaciones.
Consumida por el dolor y la desesperación, María salió a marchar el 8 de marzo, junto con otras miles de mujeres.
Ahí se encontró cara a cara con Martha, quien como policía, estaba desplegada en el operativo de contención.
Y los ánimos se calentaron, los golpes llegaron y los daños también. Y la mujer policía llevó la peor parte.
Al terminar su turno, Martha no supo cómo explicarle a su hija adolescente que la había golpeado otra mujer que estaba sufriendo mucho. Porque ellas mismas habían vivido el dolor de la violencia años atrás, cuando todavía vivían con “un jefe de familia”.
¿Qué falló en una situación en la que ninguna mujer gana?
Quien dice que la muchacha está de fiesta y que se lo buscó, falla.
Quien resuelve que se fue con el novio, falla.
Quien educa mujeres dependientes y soportantes, falla.
Quien confronta a las mujeres con otras mujeres, en lugar de establecer diálogo, falla.
Quien pretende mostrar a las mujeres que exigen sus derechos como conservadoras, falla.
Quien ve a otra mujer en una situación de riesgo, sin querer involucrarse, falla.
Quien no quiere ver actitudes y conductas de un agresor o agresora en sus propios hijos, falla.
Quien justifica el daño hacia una mujer por su actividad personal o laboral, falla.
Quien asume ser autoridad, sin tener la sensibilidad, falla.
Quien les regatea, falla.
Quien no tiende la mano a otra mujer, falla.
Quien no busca desde el primer minuto, falla.
Quien no denuncia enseguida, falla.
Quien estigmatiza, falla.
Quien juzga sin ser juez, falla.
Quien desconoce, falla.
Quien ignora, falla.
Y es así como todos y todas somos parte del dolor que provoca la ausencia de una mujer.
Sophia Huett