Política

Normalizar la incertidumbre

Luis M. Morales
Luis M. Morales

Lo único de lo que podemos estar ciertos es que viviremos en la incertidumbre. En tales circunstancias, el verdadero desafío para los países, las empresas, las familias y los individuos es aprender a navegar en contextos económicos y políticos en continuo cambio. Justamente eso, el cambio, es lo que no va a cambiar.

La capacidad de adaptación será el atributo esencial de esta era, pero bajo una premisa diferente a la del pasado. La mejor estrategia solía ser aquella en la que se incurre en riesgos en los momentos de expansión y oportunidades y, por el contrario, se disminuye actividades en los periodos de vacas flacas. Ya no será así: ahora todo es a la vez “tiempos peores y tiempos mejores”.

¿Por qué? Por varios factores de distinta índole que se refuerzan mutuamente. Por un lado, lo que representa Donald Trump. Y digo “lo que representa”, porque él es la expresión del revuelo político y económico que tiene lugar en todo el mundo en busca de un ajuste drástico al modelo de globalización de los últimos 40 años. La alternancia política, la exploración de liderazgos ajenos a las clases políticas tradicionales, el malestar casi universal de los ciudadanos con respecto a la cosa pública, el peso en el estado emocional de la población por parte de redes sociales y su incesante cambio.

Trump modificará una y otra vez las condiciones de negociación hasta el último día de su gobierno, lo cual deja a las políticas públicas de los Estados en una incertidumbre permanente. Ni siquiera existe una estrategia probada para enfrentar el carácter mercurial del poderoso mandatario; sus deliberaciones brotan de una mezcla impredecible de instintos comerciales propios de un empresario inmobiliario, un ego desproporcionado y una carga de resentimientos basados en emociones en muchas ocasiones ajenas a los hechos reales. Y, peor aún, el resultado de todo esto ni siquiera arroja un patrón de comportamiento, porque una y otra vez revierte decisiones tomadas. Hay mandatarios que descubrieron que mostrarse excesivamente obsequiosos podía funcionar, solo para descubrir que eso terminaba en un abuso de mayor escala. Otros han preferido alzar la voz, bajo el entendido de que Trump solo respeta a otro macho alfa, pero en ocasiones el resultado ha sido contraproducente.

No es solo Trump, habría que insistir. El mundo económico está en un proceso de reconfiguración; la esfera política también. El cambio climático tampoco ayuda mucho: la única certeza es que irá empeorando. No se trata solo del flagelo cada vez más frecuente de los huracanes sobre nuestras costas; las sequías y las inundaciones tendrán un impacto creciente en cosechas y tipo de cultivo o en el (des) abastecimiento de agua a las ciudades. El fenómeno es planetario.

Por su parte, las empresas tendrán que operar a partir de cadenas de producción susceptibles a cambios tecnológicos, a la emergencia de nuevos insumos, a fronteras comerciales en continua modificación, a las variaciones en políticas fiscales de gobiernos en perpetuo ajuste y, sobre todo, a patrones de consumo volátiles. Las redes sociales, ya señaladas, imponen modas y aversiones de la noche a la mañana y hacen obsoletas las investigaciones de mercado en curso. No es inusual que un solo tuit o una imagen de Instagram derrumbe mercados y empresas.

La cotización en las bolsas, la predicción sobre las tasas de crédito y ahorro, la paridad entre las monedas, metales y monedas virtuales, constituyen un albur en sí mismo. Para el inversionista o el ahorrador, ninguna opción ofrece un refugio frente a la incertidumbre. El dólar, asilo de última instancia durante tantos años, ha perdido su invulnerabilidad.

No se trata de alertar sobre una situación apocalíptica o desesperada, ni mucho menos. Simplemente de la necesidad de asumir una nueva realidad, regida por apremios y velocidades distintas. Un hábitat diferente del que estábamos acostumbrados y que no es pasajero. La volatilidad es el “nuevo normal”.

Eso requerirá de estrategias consecuentes con el cambio. ¿Cuáles? Cada país, empresa o familia debe analizar su circunstancia, pero algunas son obvias. Una es generar la información oportuna y la actualización permanente para estar al tanto de una realidad que no solo experimenta un ritmo acelerado, sino también giros e inflexiones muchas veces impredecibles. La primera manera de reducir el impacto negativo de los cambios es enterarse de ellos lo más pronto posible. Tener información en tiempo real y capacidad para procesarla se vuelven vitales.

Otra tiene que ver con diversificación y flexibilidad. En una rama o actividad empresarial buscar una relativa autonomía para disminuir la dependencia de terceros puede ser lo más indicado. En otra podría ser justamente lo contrario: diversificar proveedores y maquilar con terceros todo lo posible para evitar onerosos activos fijos atrapados. The Economist reveló este domingo que China viene almacenando de manera secreta ingentes cantidades de alimentos, combustibles y metales para estar en condiciones de resistir hasta seis meses un desabasto y mejorar así su capacidad de negociación en una guerra comercial. Una estrategia prudente si sobran recursos y se tiene la seguridad de lo que se habrá de consumir posteriormente. Pero puede ser suicida para una nación vulnerable a los caprichos del mercado.

En México, además, todos estos fenómenos se cruzan con un cambio de régimen político. La combinación de ambos procesos tendría que llevar al empresariado a salir del marasmo en el que ha caído esperando tiempos mejores. Pero estos no regresarán, si por ello se entiende el mundo en el que vivíamos hasta hace poco.

Asumir la incertidumbre no significa resignarse, sino construir la capacidad para responder de manera ágil y creativa frente a lo inesperado. No hay reglas mágicas ni recetas universales. Si las había, son anacrónicas para los tiempos que corren. Lo único que podemos hacer es mejorar nuestra habilidad para navegar en aguas turbulentas. Mejor eso que enconcharnos a esperar tiempos que no habrán de regresar; no pronto, al menos.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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