Hace tres meses parecía que Adán Augusto López Hernández, morenista, ex gobernador de Tabasco, ex secretario de Gobernación, senador y líder de su bancada, hombre de cuentas de banco abultadas; estaba en problemas.
“Parecía”, digo.
Su secretario de Seguridad cuando era gobernador había sido detenido por la Fiscalía General de la República acusado de encabezar, cuando trabajaba para Adán Augusto, una organización criminal poderosa y violenta. En los días y semanas posteriores salieron otros expedientes, investigaciones periodísticas que parecían ligar al ex secretario de Gobernación con asuntos de huachicol o corrupción.
Adán Augusto, ahora que lo pienso, siempre se vio tranquilo. Medio más adusto que de costumbre, pero tranquilo.
Plumas y caricaturistas se abalanzaron contra el senador, las cercanas al morenismo y Sheinbaum fueron especialmente duras. Eso no era cumplir con los principios de austeridad y no corrupción, nos decían. (Usted, lector, no se ría, por favor).
La Presidenta fue siempre cuidadosa: “Pues que explique”. Él siempre puesto para explicar, él casi ni conocía a su secretario de Seguridad, él era el notario más importante de la región, otras cosas eran herencias y por eso tanta lana. Él, siempre tranquilo.
Algo sabrían los senadores de Morena y aliados que siempre fueron los más calladitos. El tabasqueño se puso a trabajar y sacó cuanta iniciativa le pidieron en Palacio Nacional, no importaba lo absurda que fuera. Que si el amparo, que si el agua, que si los vapeadores, que si más prisión preventiva…Y súmele. En el Senado se alinearon con su líder, cómo no.
Sí, a lo mejor no lo ponían en las fotos con la Presidenta, pero a quién le importa.
Como en el más clásico de los priismos (y en el sexenio pasado) en Palacio Nacional no importa lo que haga con sus negocios por fuera mientras le cumpla al presidente (o presidenta).
Primero se fue el fiscal de los expedientes en su contra que él.
Para coronar el año, cómo no, más de una decena de miles de ejemplares del libro del líder, del ex presidente, del ahora antropólogo e historiador Andrés Manuel López Obrador para sus compañeros de bancada. Lo merecen, han cumplido.
Y tiene una lógica: Grandeza cuenta cómo fue la propaganda conservadora la que inventó que los pueblos originarios hacían sacrificios humanos. Adán Augusto espera que sus compañeros se den cuenta que con él fue lo mismo: pura campaña de los malditos conservadores. Él es pueblo bueno.
