Gil caminaba por uno de los pasillos de la FIL de Guadalajara cuando encontró el pequeño puesto de la revista Arqueología. Gamés lo interpretó como una señal divina. Compró varias revistas. En una de ellas se imprimió un ensayo de Yolotl González Torres: “El sacrificio humano entre los mexicas” (octubre de 2003, Volumen XI, Número 63). ¿Todos listos? Aquí vamos.
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Los cuchillos utilizados en el sacrificio humano eran llamados íxquac o técpatl y tenían para los mexicas gran importancia, de tal manera que se les atribuía vida propia; además, técpatl era uno de los 18 días del calendario ritual y uno de los cuatro portadores de los años.
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Además de representaciones de sacrificios en códices y en monumentos arqueológicos, se han localizado evidencias, por ejemplo, en las excavaciones realizadas en lo que fue el Templo Mayor de Tenochtitlán, dedicado a los dioses Huitzilopochtli y Tláloc. Aquí se encontró el téchcatl o piedra de los sacrificios del templo de Huitzilopochtli, así como innumerables cuchillos de pedernal. En varias ofrendas había restos de individuos sacrificados; por ejemplo, en la número 48 del templo de Tláloc se encontraron vestigios de alrededor de 45 niños sacrificados en honor de esta deidad. Alrededor del templo se localizaron 48 cráneos con sus vértebras cervicales, lo que indica que las víctimas fueron decapitadas; algunas de las cabezas tenían orificios en los temporales, señal de que, en algún momento, fueron colocadas en tzompantli. También se encontraron muchos restos de fluidos cuyo análisis químico muestra la presencia de elementos de la sangre, como hierro, albúmina y hemoglobina (información proporcionada por Leonardo López Luján).
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La religión y los ritos tenían una importancia fundamental en la vida del pueblo mexica y entre estos destaca el sacrificio humano, la ofrenda máxima que se podía hacer a los dioses. Los informantes de Sahagún en el Códice Matritense describen en náhuatl varias tlamamanaliztli, “ofrendas para los dioses y otras acciones rituales” (León Portilla, 1992)”.
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La forma principal de sacrificio era la extracción del corazón, como lo mencionan los informantes de Sahagún, aunque había ocasiones en la que se decapitaba a la víctima, como en el caso de la ofrenda a la diosa Toci. Los sacrificios tenían lugar a lo largo de todo el año, en las diversas fiestas que se efectuaban durante los 18 meses de veinte días. Generalmente se hacían en el templo de la deidad a quien se ofrendaban y formaban parte de un complejo ritual que incluía acciones anteriores y posteriores al sacrificio mismo como ayunos, velaciones, cantos, danzas y procesiones.
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Los rituales mexicas en los que se practicaban sacrificios masivos de cautivos de guerra, a los que incluso se invitaba a los gobernantes de pueblos enemigos, seguramente tenían como propósito hacer una demostración del poder del Estado mexica y atemorizar a estos pueblos enemigos.
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Tres son los indicadores en restos óseos que nos permiten conocer las distintas maneras de causar la muerte: traumatismos, marcas de corte sobre hueso y coloración de las piezas dentales.
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Traumatismos: los traumatismos son de fácil detección al analizar un esqueleto prehispánico. Una de las maneras de causar la muerte era por medio de golpes como se representa en algunos códices. Según el Códice Florentino, los individuos que violaban las leyes de la cultura mexica eran castigados con la pena capital y se les ejecutaba ya fuera lapidándolos o golpeándolos con un madero.
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Marcas de corte: en el caso de sacrificio humano por extracción de corazón se presentan marcas de corte sobre las costillas y el esternón.
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Coloración dental: otra forma de sacrificio descrita en crónicas y códices es la asfixia. En este caso se produce en ocasiones ruptura de los vasos sanguíneos de las encías. Así mismo, dependiendo de las condiciones del suelo en donde fueron enterrados los esqueletos, los dientes presentan una coloración rosa o café.
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Decapitación: un tratamiento comúnmente representado en esculturas y códices es la decapitación. En el México prehispánico, ésta se practicaba después de que el individuo había muerto.
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Gil no ha transcrito aquí el canibalismo y el desollamiento entre los mexicas. Lo hará en próximas entregas. Mientras tanto y como todos los viernes tomará la copa con amigos verdaderos. Se acerca el mesero con la charola que soporta el Grey Goose, materia prima de los gansos salvajes y Gamés pondrá a circular las frases de Gustave Le Bon: “El talento de los historiadores de gran prestigio consiste en hacer verosímiles las inverosimilitudes de la historia”.
Gil s’en va
