Política

Los sellos por la defensa de nuestra infancia

Alfredo San Juan
Alfredo San Juan

En 2014 se implementó en México un sistema de etiquetado de alimentos llamado “GDA”, desarrollado por la industria de comida chatarra y que era prácticamente incomprensible para la población. Su proceso de aprobación fue poco transparente, ignoró evidencia científica, al punto de permitir niveles de azúcar muy por arriba de los límites que dañan la salud, no se aportó información sobre su utilidad y fue altamente influido por la industria de la comida no saludable. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), dos años después de su implementación (2016), menos de 3 por ciento de los adultos lo interpretaban correctamente para beneplácito de sus promotores, quienes han generado ganancias enormes comercializando productos que causan obesidad, diabetes y muerte prematura.

En los siguientes cuatro años el Instituto Nacional de Salud Pública, junto con otras instituciones, desarrolló una propuesta de etiquetado de advertencia de octágonos negros, basada en un sistema aprobado años antes en Chile, el cual ha demostrado efectos positivos importantes. El sistema fue mejorado con criterios más estrictos y advirtiendo no dar a niños con cafeína ni edulcorantes. Además, se estableció retirar personajes, regalos y leyendas en los productos con sellos y se realizaron numerosos estudios para evaluar su comprensión.

Su implementación fue posible hasta 2020 y desde entonces ha generado reformulación masiva en centenares de productos, especialmente los dirigidos a nuestra población infantil, que han disminuido hasta 70 por ciento su contenido de azúcar y otros ingredientes dañinos. En la Ensanut 2021, a un año de implementación, 66.7 por ciento de la población reportó utilizar los sellos para tomar decisiones, el 74 por ciento calificó a los octágonos negros como una buena medida de salud pública y 60.5 por ciento de los padres y madres de familia los consideraron útiles para elegir alimentos para sus hijos. Un estudio de la Universidad de Waterloo mostró que alrededor de 50 por ciento de los adultos y 40 por ciento de jóvenes mexicanos reportan disminución de compra de productos chatarra debido al etiquetado y quienes utilizan el etiquetado al realizar sus compras, consumen menos bebidas azucaradas y más agua.

El etiquetado actual es considerado un logro internacional de política pública por el cual la Organización Mundial de la Salud entregó un premio a México. Basado en él, otros países como Argentina y Colombia han desarrollado los suyos. Existen más de cuatro decenas de estudios publicados en revistas científicas documentando sus ventajas y utilidad. Un estudio publicado en una revista científica de alto impacto (PLoS Medicine) estimó que en cinco años este etiquetado podría lograr una reducción de 1.3 millones de casos con obesidad y ahorros de hasta mil 800 millones de dólares en salud, lo cual no es descabellado considerando que se atribuyen solo al consumo de refrescos y bebidas azucaradas hasta 45 mil muertes al año en el país. Sin embargo, es ingenuo pensar que esta estrategia por sí sola será suficiente para lograr las metas nacionales en 2030. Se requiere además aumentar los impuestos a refrescos y comida chatarra, blindar a la infancia del marketing de estas corporaciones y desarrollar campañas masivas de información sobre las guías alimentarias que recomiendan alimentos frescos y naturales, promoción de lactancia materna exclusiva los primeros 6 meses de vida, actividad física, entornos escolares saludables y un programa de consejería sobre la alimentación y estilos de vida en atención primaria de salud. 

Recientemente en una columna de opinión de un periódico nacional, a este sistema le llamaron “los sellos del fracaso”, lo cual refleja un franco desconocimiento de la evidencia científica disponible. No conozco a un solo experto en nutrición pública que niegue la utilidad del etiquetado actual. Lo que sí abunda es gran cantidad de estrategias para revertirlo por parte de una industria que al mismo tiempo pregona que no afecta sus ventas. Habría que preguntarse, si no tiene impacto y no logra que la población consuma menos comida chatarra, ¿por qué invertir tanta energía en amparos y en presentar opiniones de influencers en todos los medios posibles?


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Simón Barquera
  • Simón Barquera
  • Director, Centro de Investigación en Nutrición y Salud, Instituto Nacional de Salud Pública. SNI-3 Conacyt. Presidente Electo World Obesity Federation.
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