“La verdad es simplemente aquello en lo que todos están de acuerdo”, es la frase que enuncia el Mago de Oz en Wicked, el musical de Broadway.
Pero en este mundo donde el metaverso y el universo convergen sin distinción, cada vez es más palpable esta frase en la vida cotidiana. Y esto lo percibió el director de Wicked: Por Siempre, Jon M. Chu y logró plasmarlo en la entrega final de esta historia.
En esta segunda parte, Elphaba ya es la Bruja Mala que busca exhibir la verdad detrás del Mago y enfrenta el antagonismo de Glinda, quien alineada con el establishment se convierte en su vocera. Una sutil alegoría política donde jugar con o contra el poder define la etiqueta social con la que seremos llamados y que pone a prueba lealtades y narrativas oficiales, donde el colorido, las luces y las canciones alegres dan paso a un tono más gris, sombrío, pero sobre todo realista.
Sin el afán de hacer una película de agenda o activista, los protagonistas logran irrumpir en la audiencia generando cuestionamientos a la actual reconfiguración del orden político a lo largo de no solo América sino Europa, donde los gobiernos autoritarios han ganado terreno y la realidad distorsionada se convierte en verdad por el simple hecho de lograr posicionarse en la mayoría de la población.
Pero no solo es la crítica al sistema político y al establecimiento de las nuevas realidades. La cinta plantea sobre la mesa un tema que ha sido usado históricamente contra la sororidad y es la amistad entre mujeres. El vínculo entre Glenda y Elphaba que, a pesar del viejo cliché del triángulo amoroso, logra permanecer más allá de la rivalidad amorosa entablada a causa de Fiyero.
Asimismo, nos muestra una de las eternas batallas morales que enfrenta la mujer: el ser catalogado como mala si se es disruptiva u opuesta al sistema (que, en el caso de los hombres, significa ser premiado con una etiqueta de héroe, sin importar que tan cierta sea). Pero, eso sí, la mujer que una vez es repudiada por la sociedad no logrará jamás reparar ese daño en su imagen social. Algo que Elphaba hace mención al solicitarle a Glinda que no busque más su reivindicación pues ésta no se dará y su sola cercanía la perjudicará a ella.
Tantas realidades juntas no es causalidad sino un claro entendimiento del creador de su entorno y de comunicar con una audiencia activa. La película logra la función social del arte en su totalidad. Sin sacrificar su valor estético, cuestiona, plantea las problemáticas del entorno a través del mundo sensible. Un mundo que no se deconstruye como queremos creer, sino que inventamos, no a través de magia y brujas, sino con deepfakes y retornos a autoritarismos de antaño.