Política

Fátima Bosch: ¿empoderada se ve más bonita?

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No todo es lo que parece y eso aplica a la supuesta victoria de Fátima Bosch, participante mexicana en el concurso de Miss Universo, que ha sudo tomada como bandera libertaria de las mujeres.

El pasado 3 de noviembre, durante la ceremonia de entrega de bandas, Nawat Itsaragrisil, quien dirige el certamen en Tailandia, se refirió a la modelo mexicana como “dumb head”, una expresión que en español significa “tonta” o “cabeza hueca”.

En un video viral de TikTok, Fátima Bosch reclama respeto durante una discusión. La difusión de las imágenes llevó a Miss Universe a restringir la participación de Itsaragrisil en eventos oficiales y a enviar un equipo a Tailandia para proteger a las delegadas. Tras la presión internacional, el presidente del certamen en Tailandia pidió disculpas públicamente, aunque aclaró que lo hizo por exigencia de los organizadores globales. Nawat seguía negando las acusaciones hasta hace unos días.

Más allá del escándalo mediático y la innegable violencia verbal del directivo del certamen, es inevitable reflexionar si realmente puede hablarse de emancipación o empoderamiento al levantar la voz pero manteniéndose alineada con una institución estrictamente patriarcal.

El usar un evento en el que se refuerzan modelos de belleza canónica y se cosifica a las mujeres no es nuevo. Ya en 2017, en Miss Perú, al menos 23 participantes usaron la pasarela en traje de baño no para cantar sus medidas sino para dar cifras de violencia de género. No obstante, la protesta no fue espontánea, sino en cierta manera avalada y organizada.

Además, imágenes de la campaña #niunamenos y fotografías de casos de violencia contra las mujeres que llegaron a la prensa hicieron un fondo gigante mientras las participantes desfilaban en traje de baño. Jessica Newton, la organizadora principal del evento, dijo que se le había ocurrido la idea al enterarse que muchas de las 30 finalistas del concurso habían sido víctimas de abuso o de acoso.

En el feminismo se han dado batallas culturales en el sentido de no cerrar la puerta al diálogo y tomar todos los escenarios posibles –incluso aquellos que parecerían ajenos o contrarios a la causa– con el fin de difundir el mensaje y conseguir empoderamiento. O bien, de manera falaz, se alega que esa es la batalla del feminismo: generar las libertades para que cada una pueda decidir su vida, incluso posar en pasarelas y ser elegidas por sus medidas.

No obstante, vale la pena recordar lo que decían Rafia Zakaria, Nimmi Gowrinathan y Kate Cronin-Furmanen en su artículo Emissaries of Empowerment (2017): el concepto de empoderamiento se popularizó y se diluyó con el paso de los años sin cumplir con ninguna transformación de fondo y, por el contrario, muchas veces cosificando a la beneficiaria. Tal como sucede con los concursos de belleza.

Bosch debería darse la oportunidad de reflexionar si lo liberador es alzar la voz solo contra el representante de un concurso opresor o atreverse a ser más allá de simples medidas corporales.


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Sarai Aguilar Arriozola
  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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