Todo cambia, y si el público cambia, ¿por qué la forma de hacer cine no habría de cambiar?
Esta parece ser la pregunta a responder tras ver la gran favorita rumbo al Oscar para la ceremonia de este fin de semana.
Tras haber obtenido los premios de los principales gremios de Hollywood (actores, directores y productores) y otros reconocimientos de esta temporada, la película Everything Everywhere All at Once (Todo en todas partes al mismo tiempo) es la principal candidata a ganar la principal estatuilla que otorga la Academia, aunque sabemos que nada está garantizado en el momento final.
Dirigida por un dúo que se hace llamar Los Daniels (Daniel Kwan y Daniel Scheinert, ambos de 36 años), el filme ha hecho arquear más de una ceja entre críticos de cine que no conciben que una historia de multiversos protagonizada por una mamá convertida en superheroína haya podido desplazar a narrativas más tradicionales como podrían ser “Los Fabelman” de Steven Spielberg o “Los Espíritus de la Isla” de Martin McDonagh.
Contada a un ritmo frenético, Everything Everywhere All at Once es también una multidiversidad de tópicos más cercanos al interés de adolescentes y jóvenes, entre ellos los cada vez más conflictivos choques culturales y generacionales entre padres e hijos. Es una forma de gritar, a quienes piensan que las formas de contar historias son inamovibles, que simple y sencillamente las audiencias ya cambiaron.
El arte tiene la función de tender puentes entre el creador y la sociedad. Pero mientras los creadores sigan hablando para una sociedad que ya no existe, sus obras no tendrán eco, pero eso sí, seguirán satisfaciendo viejos cánones, sin recordar que el arte per sei es transgresor.
Y es aquí donde la película desafía los prejuicios de quienes piensan que el arte merecedor de premios no debe trivializarse con fragmentos de comedia que le resten “seriedad”, como si la solemnidad fuera por sí misma una cualidad y no un dogma digno de romperse.
Vertiginosa, cambiante, errática a ratos, Everything Everywhere All at Once refleja el sentir de una generación cuyos dilemas existenciales no necesariamente se arreglan en este universo que no les da las respuestas que reclama y que encuentra más sentido hallarlas en universos alternos aun cuando sea en forma de muñecos o rocas.
No es casual que detrás de esta producción estén los hermanos Anthony y Joe Russo, directores de las películas Avengers: Infinity War y Endgame de Marvel. Y tampoco es casual que existan críticos que busquen desacreditar como tabla rasa a las películas que sólo conciben como instrumentos diseñados para la recaudación en taquilla, como si la acumulación de efectos especiales tecnológicos fuera por sí misma enemiga de la creatividad.
Más allá de si hace bueno el pronóstico y obtiene la máxima estatuilla, Todo en todas partes al mismo tiempo ya puso por lo pronto sobre la mesa la confrontación entre quienes se aferran a cánones interpretativos estáticos, únicos e inamovibles, y una generación de audiencias y creadores dispuestas a viajar entre múltiples universos para luchar por manifestaciones artísticas con las cuales sí se identifiquen y resignifiquen las luchas por una vida plena.
Por Sarai Aguilar Arriozola*
@saraiarriozola
*Doctora en Educación, Master Artes, especialidad en Difusión Cultural/UANL