"De la política voy a salir con las patas para adelante", dijo a la BBC Jose Mujica, el exguerrillero tupamaro que gobernó Uruguay entre 2010 y 2015.
Y así fue. Estuvo en la arena política, aunque algunos pensaran que como outsider, y sus comentarios cimbraron hasta el final de sus días el pasado 13 de mayo, cuando falleció a causa de un cáncer que lo aquejaba y al cual había decidido dar la cara con cuidados paliativos desde meses atrás.
Es innegable que se fue un gran hombre de izquierda, tal vez el último de Latinoamérica. De esos que a pesar de los tiempos se negó a caer en la corrección política y, al margen de yerros sobre la agenda social de las mujeres, entendió la falla estructural en el feminismo, aunque nos incomodara.
De joven fue militante del Partido Nacional, una de las fuerzas políticas tradicionales de Uruguay, que más tarde sería oposición de centroderecha a su gobierno. En la década de 1960 participó de la fundación del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una guerrilla urbana de izquierda por lo cual pasó 14 años en prisión, torturado y vejado y fue finalmente liberado en 1985 ante la caída del régimen militar en Uruguay. Fue diputado, senador, ministro de Agricultura y finalmente mandatario.
Su presidencia se centró en tratar de resolver la pobreza y sus efectos, aunque como el mismo mencionó, “ la realidad es terca” y dejó aun deudas pendientes en ese y otros rubros.
Pero fue esta carga por la pobreza que lo llevó a señalar que el feminismo no respondía a las luchas de clases y que incluso dentro del mismo se reproducían los mismos patrones de segregación.
“Hay mujeres explotadas. Y el último orejón del tarro lo componen las mujeres abandonadas con hijos, y el movimiento feminista no les da bola. Es una de las cosas más dolorosas”, criticó quien fuera presidente de Uruguay.
Y aunque doloroso, mentiras no dijo. Una de las fallas del feminismo es precisamente el elitismo de sus causas.
A últimas fechas, las frases que más retumban en las agendas feministas son las de romper el techo de cristal, cuotas políticas y empoderamiento, cualquier cosa que ello signifique pero implique tener dinero aunque implique justificar las maternidades subrogadas o portales de venta de material íntimo.
Y si bien llegó a comentar en tono de sorna que habrá carreras en las que en el futuro se tendrán que pedir “cuotas masculinas”, no es posible negar la disparidad manifiesta en la agenda feminista. En la lucha se volvió a usar a todas, pero no para que lleguen todas. Pues lo que es una realidad es que, con la llegada de más ministras, diputadas y mujeres al poder, las de abajo, las de pie, no han visto sus condiciones mejoradas, sino que incluso han sido explotadas para que esas mismas mujeres puedan ascender.
Así que si bien Mujica necesitaba unas clases de prudencia, en el feminismo necesitamos recordar que la lucha sí es por todas y no solo por el poder.