La líder de la oposición venezolana María Corina Machado ganó el viernes pasado el Premio Nobel de la Paz.
El Comité Noruego del Nobel no optó por matices al anunciar el premio y elogió la “lucha de Machado por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. No obstante, al parecer para algunos el galardón no fue sino una excusa para treparse en una batalla populista disfrazada de posicionamientos políticos, con una ya anticuada visión de derechas e izquierdas.
Ejemplo de ello es el exlíder de Podemos y antiguo vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias: “La verdad es que para darle el Nobel de la paz a Corina Machado que lleva años intentando dar un golpe de Estado en su país, se lo podrían haber dado directamente a Trump o incluso a Adolf Hitler a título póstumo. El año que viene que lo compartan Putin y Zelenski. Si ya total…“, criticó Iglesias en su perfil de la red social X.
Por otro lado,el presidente de Argentina, conocido por su posición de “ultraderecha”, señaló en su redes sociales: “Gracias por la inspiración con la que iluminas al mundo peleando contra la narcodictadura de Venezuela. VLLC (Viva la libertad, carajo)!”, dijo Javier Milei también en X.
En tanto, el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, señaló que "hoy más que nunca, las voces valientes se imponen sobre el ruido. Seguiremos firmes: nuestra región no volverá a caer en manos de quienes la destruyeron”.
Es imposible que no haya un impacto sociopolitico con el premio. Carmen Beatriz Fernández, doctora en Comunicación Política y CEO de la consultora venezolana Datastrategia, dijo a CNN que el galardón “tiene siempre un gran impacto en la vida política global”, con efectos que van más allá de lo mediático. “Es simbólico, pero la política es simbólica, está hecha de la permanencia y trascendencia de los símbolos. Es un activo potentísimo para Machado, precisamente en un momento en que Maduro está disminuido”.
No obstante, es importante no perderse en el debate insulso si el premio ratifica posiciones ideológicas.
Es trascendente pues reconceptualiza la cultura de paz que prevalece en America Latina. En una región donde aun prevalece la idea de una paz negativa, como ausencia de guerra o simples firmas de tratados de paz, el reconocimiento de la labor por Machado marca un cambio de esta posición. Una paz que no se entiende como la ausencia de conflicto, sino que apoya que la resistencia civil organizada es válida cuando se lucha por los derechos humanos y la democracia.
Demuestra que, como región, no podemos ser omisos ante gobiernos que pisotean la dignidad y garantías sociales sin importar si son de derecha o izquierda. Que la paz va más allá de ser fanaticada de Bukele o Maduro.
La cultura de paz no es bancada de nadie sino de las sociedades que buscan y conquistan sus espacios en el ejercicio pleno de los derechos humanos. El Nobel es más que María Corina. Es por nuestra sangre latina, por nuestra historia de lucha, que no hay que perderse en absurdos extremismos ni en conveniencias ideológicas.