Política

¿Vamos a seguir así?

México es una potencia industrial. Es un colosal exportador de productos. Es el primer socio comercial de la economía más grande de este planeta. Es un país de renta media y el que más coches le compra a China en todo el mundo. Es el más grande consumidor de artículos de lujo de toda Latinoamérica, por encima de Brasil, el país más poblado de nuestro subcontinente. Es un importantísimo productor de agropecuarios que terminan en los estantes de los supermercados de América del Norte, Asia y Europa.

Muy bien, pero, entonces ¿qué pasa? ¿No debiera este escribidor dejar de referirse de machacona manera a los morrocotudos problemas que enfrenta la nación y no pronosticar ya el oscuro futuro que cree advertir en el horizonte?

Pues, miren ustedes, el asunto es que estamos hablando de un país que se mueve a dos velocidades. Y ahí, justamente, es donde está el gran tema: mientras un sector de la población está plenamente integrado a los procesos productivos, más de la mitad de los habitantes laboran en la economía informal, es decir, no cotizan cuotas en el sistema de seguridad social, no aseguran su vejez en un fondo de pensiones y no pagan impuestos salvo aquellos que se aplican al valor añadido de las mercaderías que adquieren.

No es, en manera alguna, el mejor de los panoramas para cualquier nación. La bajísima recaudación tributaria que tenemos aquí —apenas 17 por ciento del Producto Interno Bruto, el porcentaje de tributación más bajo de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el club internacional de los países más prósperos del planeta, integrado por 38 naciones— resulta precisamente del escaso número de contribuyentes que acreditan el impuesto sobre la renta (ISR).

Esto sería apenas un componente de la ecuación. Porque, ¿qué podemos decir de tantas y tantas comunidades rurales en las que los pobladores no cuentan con los más elementales servicios públicos ni pueden tampoco encontrar oportunidades para mejorar sus vidas? Y, a la vez, ¿qué posibilidades de desarrollo tendrán los millones de jóvenes impreparados que está engendrando un desastroso aparato educativo siendo que la apuesta suprema de los países que compiten directamente con México es, por el contrario, la educación de calidad?

En lo que toca a las buenas noticias que los críticos del oficialismo nos resistimos presuntamente a difundir, la pobreza, en efecto, ha disminuido. Pero, qué caray, se trata de una mera transferencia de recursos del sector productivo de la economía hacia grupos que no están generando riqueza —y que tampoco la generaron en su momento, en el caso de las personas mayores que no ahorraron en ningún fondo de pensiones— de manera que el modelo en sí mismo no es sostenible, tal y como lo estamos viendo con un Gobierno al que no le alcanza el dinero ni para tapar baches.

¿Eso vamos a seguir siendo, un país de dos velocidades? 


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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