Una jornada nada gloriosa para el balompié azteca. Nos ilusionábamos con los chavales de la Sub-20 y, más allá del resultado ante los argentinos en la cancha de Santiago de Chile, hicieron muy buen papel. Justamente por eso, por sus desempeños en la fase eliminatoria del Mundial y en los cuartos de final, llegamos a creer que podrían plantarles cara a los poderosos suramericanos.
Pero, a ver, el equipo argentino ganó sus primeros tres encuentros y México empató dos. Se anunciaba ahí, de entrada, una muy evidente superioridad. Y, pues sí, son mejores. Ése, y no otro, es el asunto.
No es algo como para que nos desgarremos las vestiduras porque el futbol es así: no todos tienen en mismo nivel ni mucho menos y, con el perdón de ustedes, no hay razón alguna para que México sea una potencia futbolística mundial con todo y que los juveniles puedan ostentar grandes logros y que ayer hayan luchado con ejemplar entereza hasta el final.
La contundencia frente al marco rival sigue siendo una de las asignaturas pendientes del balompié nacional pero, vistas las cosas, hay que decir que el equipo argentino es de todas maneras un declarado candidato al título de esta competición.
La táctica defensiva de los suramericanos –dispusieron por momentos un 5-4-1 luego de su primera anotación— representó un muro infranqueable para los mexicanos. Y, son cancheros, ya desde muy jóvenes, además de exhibir una fiera garra (no charrúa) aunque resultó que en el parte de bajas figuraron dos expulsiones aztecas, Diego Ochoa y Tahiel Jiménez, no por exceso de gallardía sino por atolondrados e imprudentes.
En lo que toca al partido contra Colombia de la decepcionante selección mayor, hay que reconocer que no fue uno de esos montajes organizados por doña Federación para aprovisionar la caja registradora sino que se trató de un rival de peso, el de mayor jerarquía de los que ha debido enfrentar el equipo de Javier Aguirre hasta ahora.
Y, en efecto, resultaron tan palmariamente mejores que le asestaron una dolorosa goleada (4-0, ¡ay, mamá) a nuestros afanosos pero ineficaces mocetones. La realidad del futbol mexicano nos sigue entonces cayendo encima, ya no como un balde de agua fría sino como una muy desalentadora experiencia rutinaria.
¿Los culpables? Mala e inoportuna pregunta porque, ¿tiene que haber obligadamente un gran responsable de este estado de cosas? Hoy mismo estarán en el banquillo de los acusados los directivos, el modelo de la Liga MX, el no descenso, los jugadores, el director técnico y lo que ustedes quieran y manden.
Y, desde luego, reclamaremos que no se marcaron penales y arremeteremos contra los árbitros para empantanarnos en nuestro victimismo de siempre como si México no fuera un país como cualquier otro y, por el contrario, muy extraños enemigos nos tuvieran en la mira.
Pues…