Política

Kalan: otro monumento a la corrupción

Jorge Alcocer y María Elena Álvarez-Buylla inauguraron el centro en septiembre de 2024. Especial
Jorge Alcocer y María Elena Álvarez-Buylla inauguraron el centro en septiembre de 2024. Especial

El domingo 29 de septiembre de 2024 fue inaugurado el Centro Nacional de Culturas de Salud y Bienestar, dentro del edificio que durante nueve décadas albergó las oficinas principales de la Secretaría de Salud.

María Elena Álvarez-Buylla, directora del Conahcyt, y Jorge Alcocer Varela, entonces secretario de Salud, celebraron el primer recorrido por las salas de este museo, también bautizado como Kalan, según un vocablo maya que significa “cuidar”.

No es fácil describir el concepto del sitio ya que desde su concepción se pensó como un lugar “único en el mundo”, pues no solamente narraría la historia de las ciencias de la salud –entendidas al modo occidental–, sino también exhibiría los saberes ancestrales de las comunidades originarias.

La administración de Andrés Manuel López Obrador invirtió alrededor de 300 millones de pesos para intervenir la construcción Art Déco del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, edificada durante el último lustro de los años veinte. La intención fue, igual y como sucedió con Los Pinos, transformar un edificio de acceso restringido para convertirlo en un lugar abierto al pueblo.

A diferencia del primer proyecto, esta otra promesa no se cumplió. Pocos meses después de la inauguración de Kalan sus puertas volvieron a cerrarse. Hoy, en la entrada de esa edificación hay varios guardias de seguridad que permiten el acceso a un primer jardín. Sin embargo, informan que no hay ninguna sala habilitada para exposiciones y que el sitio se utiliza exclusivamente para la celebración de algunos eventos institucionales de la Secretaría de Salud.

Fue un engaño la muy anunciada inauguración de Kalan en septiembre de 2024. Como si se tratara de un hospital más –de esos que antes se inauguraban por los mandatarios sin que en su interior contaran con camas, máquinas de rayos X, enfermeras o médicos–, los doctores Álvarez-Buylla y Alcocer Varela presumieron una obra falsa.

Nadie en Kalan sabe informar si alguna vez retomará vida este proyecto o si, de plano, los millones invertidos terminarán enterrados bajo una obra sin rumbo ni propósito. Sorprende la coincidencia que implica el que frente a este fraude se halle la Estela de Luz, mejor conocida como “la Suavicrema”, lamentable memoria dedicada a la corrupción del gobierno de Felipe Calderón. La coordenada pareciera maldita.

Fuentes de Conahcyt narran que Kalan fue el proyecto favorito de Álvarez-Buylla durante su gestión. Acudía con frecuencia a girar órdenes sobre las exposiciones que debían montarse en cada una de las dieciséis salas previstas.

Un día, por ejemplo, ordenó a los empleados de Grupo Tares –despacho de arquitectos que ganó la licitación para coordinar el proyecto– que debían contratar al músico y diseñador sonoro, Ariel Guzik, para que desarrollara una experiencia acústica en la zona donde se encuentra un mural de Diego Rivera, dedicado a la historia de la medicina en México.

Un testigo escuchó instruir a la doctora Álvarez-Buylla para que se pagaran al artista dos millones de pesos por esta tarea. El personal de Tares respondió que esa obra sonora no estaba contemplada en el presupuesto, a lo que la funcionaria habría contestado con displicente autoritarismo que tal cosa a ella la tenía sin cuidado.

Otra anécdota similar ocurrió cuando Álvarez-Buylla pidió al reputado divulgador de la ciencia José Gordon –quien también fue contratado para el desarrollo de Kalan– que encargara una pieza a una artista plástica sin trayectoria ni mérito: Jimena García Álvarez-Buylla, la hija de la entonces directora de Conahcyt.

El despotismo sin ilustración de Álvarez-Buylla provocó también la renuncia de Joaquín Barrientos, quien fue originalmente incorporado como curador por su conocimiento del tema. Sin embargo, terminó expulsado de Kalan por haber diferido de la visión caprichosa.

Este centro es el emblema mejor pulido del legado de Álvarez-Buylla a las ciencias mexicanas. Una excentricidad que distrajo los escasos recursos dedicados por México a la política científica para cumplir con un desvarío que a la postre se lo tragó la nada.

Hasta el año pasado Grupo Tares, encabezado por el arquitecto David Pineda Muñoz, estuvo a la cabeza del proyecto. Se trata de una empresa seria que ha participado en otras obras de reconstrucción de edificios históricos. Es también responsable del actual sistema de iluminación de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. 

A su vez, este grupo contrató a otro estudio arquitectónico: MMX. Los representantes legales de ese segundo despacho son Emmanuel Ramírez y Diego Ricalde. De los trescientos millones de pesos asignados para el proyecto general, Grupo Tares entregó 4.5 millones a MMX, despacho que, en paralelo, realizó obras de construcción dentro de la propiedad donde actualmente habita la ex directora de Conahcyt.

El conflicto de interés no necesita someterse a interpretación. Es un grave escándalo que la misma empresa que cobró dinero público por su participación en Kalan haya realizado obra civil en casa de Álvarez-Buylla.

En efecto, Kalan se convirtió en sinónimo de corrupción: un monumento dedicado a inflar el ego inmenso de una persona que creyó estar por encima de sus semejantes y terminó muy enlodada.

Entre otros funcionarios cómplices de este fracaso estarían Mariana Cárdenas González, directora adjunta de Investigación Humanística y Científica, y Carlos Roberto Martínez Tarelo, encargado del programa Investigadores por México. Ambos, por cierto, continúan hoy trabajando en la misma dependencia.

Pesan sobre Álvarez-Buylla cada día más expedientes relativos a su comportamiento deshonesto. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) la señaló también por haber entregado cuentas engañosas a propósito de la desaparición de los fondos que en otra época estuvieron destinados a la investigación científica.

Otro asunto muy delicado, también de corrupción, tiene que ver con la desaparición de las cátedras Conacyt y su mutación en un programa denominado Investigadores por México, coordinado por Martínez Tarelo.

A través de este instrumento fue que la doctora Álvarez-Buylla contrató a personas con doctorado (e inclusive post-doctorado) para emplearlas como asistentes secretariales. También les envió a trabajar a otras dependencias y secretarías, cual chipotes de la burocracia, en vez de canalizar esos recursos humanos –tal como la normatividad indica— hacia labores relacionadas con la formación y la investigación científica.

Este tema lo abordaré en esta misma página la próxima semana.


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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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