Política

La bandera de Bad Bunny

El cantante puertorriqueño estuvo en el programa Saturday night live donde habló sobre su participación en el show. Especial
El cantante puertorriqueño estuvo en el programa Saturday Night Live donde habló sobre su participación en el show. Especial

Un edificio habitado por personas de origen hispano fue escenario reciente de la arbitraria policía migratoria de Donald Trump.

La noche del martes 30 de septiembre varios helicópteros Black Hawk sobrevolaron el inmueble ubicado al sur de la ciudad de Chicago, en el poblado vecindario de South Shore.

Agentes federales descendieron de los aparatos para ingresar a ese multifamiliar. Emplearon granadas y otros explosivos para abrir las puertas de las viviendas y en muy pocos minutos decenas de familias fueron extraídas de su hogar, sin discriminar entre menores y personas adultas.

Partieron de ahí esposados, algunos vestidos en pijamas y otros medios desnudos porque la autoridad los sacó de la cama aquella madrugada. Entre las personas detenidas había varias de nacionalidad estadunidense.

El gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, reaccionó acusando al gobierno federal de emplear métodos excesivos con el propósito de aterrorizar a la población hispana que en Chicago tiene una presencia muy importante.

Siete días después, Trump ordenó la movilización de 500 efectivos pertenecientes a la Guardia Nacional para que reforzaran este tipo de acciones.

La policía migratoria reporta que, entre enero y junio, habría aprehendido en todo el país a cerca de 450 mil migrantes ilegales. El magnate que habita la Casa Blanca promete que, antes de cerrar el año, esta cifra habrá superado el millón de personas.

Ya no se trata solo de un discurso político: la criminalización de las poblaciones hispanas, bajo el pretexto de la migración ilegal, es la nota dominante detrás de estos actos simbólicos de poderío y fuerza.

A pesar de que hay más de treinta millones de hispanos viviendo en Estados Unidos, la inmensa mayoría se ha mantenido pasiva frente a la creciente estigmatización de su identidad.

Después de las redadas celebradas por ICE y la Guardia Nacional, en junio de este año, durante las manifestaciones de Los Ángeles y San Francisco, el miedo se ha instalado en la comunidad.

Sin embargo, está no se ha cruzado de brazos. Cuando el autoritarismo ejercita sus músculos, la resistencia encuentra ingenio para oponerse. Ahí está por ejemplo el muy polémico desafío que significó que el cantante puertorriqueño, Bad Bunny, haya sido invitado a cantar en el Super Bowl, que se llevará a cabo el próximo mes de febrero en el estadio Levi 's de Santa Clara, California.

Hace una semana, arropado durante el programa de televisión de la cadena NBC, Saturday Night Live, el Conejo Malo, hizo explícito el significado político de esta decisión tomada por las personas encargadas de organizar el partido final del campeonato de fútbol americano.

El cantante aprovechó para burlarse de la militancia y los medios trumpistas, a quienes en más de un sentido irrita su celebridad. Tan relevante será el asunto que el magnate de la Casa Blanca calificó como ridícula la invitación al puertorriqueño y Turning Point —la organización ultraconservadora fundada por Charlie Kirk— prometió orquestar un espectáculo paralelo con un elenco que solo cante en inglés.

Es innegable que Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre que aparece en las identificaciones oficiales de Bad Bunny, se ha convertido en el principal vocero de la resistencia frente a la creciente discriminación contra las comunidades latinas.

“Quieren quitarme el río y también la playa; quieren al barrio mío y que tus hijos se vayan”, entona una de sus canciones más populares.

“Más que un logro mío —explicó Bad Bunny en Saturday Night Live— (su participación en el Super Bowl) es un logro para demostrar que nuestra huella y nuestra aportación nadie la podrá sacar o borrar”.

Este es el corazón del asunto: la pretensión sin mesura de Donald Trump y los suyos por eliminar de la memoria genética y cultural de su país una de sus principales raíces. Recuerda los peores tiempos de la China de Mao Zedong, quien con su revolución cultural cometió la absurda pretensión de querer eliminar el pasado para reiniciar la historia de su país.

El trauma fue tan grande que aún resuena dolorosamente sobre las siguientes generaciones, pues Trump se encamina hacia su propia revolución iniciática, donde solo los privilegiados que comparten su ideología y sus mismos orígenes raciales merecen vivir en paz.

Cada día echa mano de mayores recursos para cimentar su obra política. Definió el idioma inglés como la lengua oficial del gobierno federal, triplicó el presupuesto de la policía migratoria y en solo seis meses sumó a las filas de ICE a diez mil efectivos.

Ha enviado a la Guardia Nacional para que respalde las acciones anti migratorias y convocó al alto mando militar de su país para exigir lealtad respecto de sus decisiones. Con exceso de fuerza, también reprimió la protesta social y no está dispuesto a detenerse, aunque con ello fracture el pacto federal y los límites impuestos por el poder Judicial.

“Y no se sabe hasta cuando”, recita Bad Bunny; tampoco se sabe hasta dónde son capaces de llegar Trump y su movimiento. Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional, desde Washington amenazó con que los agentes dedicados al control migratorio estarán presentes en el Super Bowl para detener a cualquier persona ilegal que ose pararse en el evento.

La intención es demostrar que no habrá refugio seguro para ningún hispano cuya estancia en Estados Unidos sea irregular y, al mismo tiempo, advertir que, como en el caso de los edificios de South Shore de Chicago, bastará con que la gente “parezca” ilegal —es decir que tenga rasgos raciales hispanos— para que pueda ser detenida, aunque después del evento terminen soltándola.

 “No suelten la bandera”, canta Bad Bunny, mientras el resto de la comunidad baila al ritmo que propone el canto jíbaro.


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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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