Política

¿Por qué criticamos?

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No habría razón alguna para no reconocer los logros y avances que pudiere alcanzar el régimen de la 4T. El tema, para quienes expresamos opiniones en las páginas de los diarios —puntos de vista, además, que comparte mucha gente de la misma manera como los simpatizantes del oficialismo se complacen con los artículos laudatorios que se publican en la prensa— no es validar privilegios ni defender los provechos de los antiguos poderosos. Es plasmar meramente el desacuerdo que resulta de constatar cosas que nos parecen dañinas para la vida pública y el desarrollo mismo de la nación.

Esto, según parece, es muy difícil de entender para quienes se solazan en asestarnos los epítetos y descalificativos de siempre entreviendo, sin darle más vueltas, que servimos oscuros intereses o que alguien nos abona el consabido “chayote”. No registran que ejercimos la crítica en tiempos pasados y, en lo que toca a cobrar una paga por desacreditar a cierto tropel de gobernantes —o, por el contrario, a ovacionar a los de enfrente— la cuestión de encontrar patrocinios cuando cambias de bando (este escribidor recuerda haber censurado las prácticas del priismo y haberse expresado muy burlonamente de Vicente Fox) es punto menos que imposible, más allá de que no sea siquiera uno de los propósitos de publicar artículos de opinión.

Muchos opositores, confrontados a la perspectiva de que el fracaso de Claudia Sheinbaum pudiere agenciarle réditos a su hermandad partidista, terminan por expresar que no es algo deseable, aderezando su (resignada) postura con la frase de que “si le va bien a la Presidenta le va bien a México”.

Pero, miren ustedes, ése no es el punto: de lo que se trata es de que un gobierno haga bien las cosas y hasta ahí. La muy personal cosecha de glorias terrenales del jefe o los beneficios que pueda obtener su cofradía política no son un fin en sí mismo sino, en todo caso, un subproducto de la buena gobernanza.

Criticamos la irracionalidad en las decisiones, los dispendios, la corrupción, la soberbia de los que mandan y el talante autocrático de sujetos, como el tal Noroña —auténtico comisario soviético—, al obligar a un ciudadano a comparecer públicamente para disculparse.

No es un rechazo al tono guinda, en oposición al azul o al tricolor de antes: es pedirles eficiencia, probidad y resultados. Eso, y nada más.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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