En la semana pasada se dio a conocer en las redes sociales que Uriel Antuna y Alexis Vega, ambos jugadores del Guadalajara, se pusieron una borrachera dos días antes de un partido oficial de la Liga. Se grabaron y hasta lo publicaron en video. Irresponsables por no decir otra cosa.
La directiva reaccionó y los separó del plantel “indefinidamente”. A los seis días los perdonaron y ya volvieron a los entrenamientos “muy arrepentidos”. Sin embargo, como dice la sentencia bíblica “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, y muchos de los acusadores tienen mucha cola en ese ese sentido. ¿A poco creen que los comunicadores no se emborrachan y no hacen escándalos? ¿A poco creen que los directivos son unas blancas palomitas? Por supuesto que no, que no lo hagan público y que sean más reservados es otra cosa.
Les cuento. Lo vi con mis propios ojos: muchos dirigentes en los antiguos tianguis de futbolistas al final de la jornada se aparecían en los tables dances y terminaban hasta la madrugada. En la mayoría de las ocasiones las borracheras las compartían con promotores y “periodistas”, sobre todo, de la televisión. Recuerdo a alguien que estuvo mucho tiempo en Televisa, y fue jefe, lo sacaron a golpes y patadas por meterle mano a las muchachas. También me acuerdo de jugadores de selección nacional, que se ponían unas guarapetas, incluso antes de los partidos amistosos internacionales. No menciono nombres por cuestiones éticas, pero hubo jugadores que me pedían prestada mi habitación para emborracharse y meter mujeres.
El asunto del alcohol y el futbol es un tema histórico. Todo el tiempo han existido los futbolistas borrachines.
En diversas ocasiones nos comentaban los compañeros periodistas, de otras generaciones, que distintas figuras del futbol se emborrachaban un día antes del partido y rendían mejor, eran otros tiempos. En esa época era semiprofesional, se trabajaba dos o tres días a la semana antes del encuentro.
Cuando llega la profesionalización, década de los setentas, los niveles de entrenamiento se incrementaron considerablemente. Ya se trabaja una o dos y hasta tres horas al día. Aparecieron las concentraciones y no obstante se presentaron casos de borrachos.
Ojalá y solo fuera el consumo del alcohol, pero conforme ha pasado el tiempo, sé de muchos casos que hasta drogas sintéticas consumen. Insisto, la bronca no es el consumo, la cancha no perdona y pronto se las cobra. El problema es que se exhiban, que lo presuman como un acto de valentía, de soberbia, altanería.
Para todo hay tiempo, pero sobre todo, espacio.
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