Las casillas de votación ya están activas y mi teléfono también. No puedo dejar de pensar que asistiré al momento en que, por primera vez, una mujer será presidenta de México y habrá llegado gracias a la izquierda. Hasta hace poco me parecía imposible. México es un país machista y misógino, como lo es gran parte del mundo.
Estoy nerviosa. Recuerdo el “yo no discuto con viejas” de mi vecino. Recuerdo el “calladita te ves más bonita” y a ambos recuerdos les antepongo el “otra forma de ser” de Rosario Castellanos. Pues ya estamos aquí: es tiempo de mujeres.
Alguna vez Aniceto Aramoni dijo: “Ya los hombres hemos destruido el planeta: es el turno de que las mujeres intenten hacer las cosas de una manera diferente: en ellas está la esperanza”. Coincido, en nosotras está la esperanza.
A la vez doy por sentado que la ganadora será la doctora Claudia Sheinbaum porque hay mujeres que en lo personal me avergonzaría que me representaran y Xóchitl es una de ellas. ¿Por qué? Porque dice muchas tonterías y las dice de manera muy vulgar, porque me parece que no es de muchas luces y, sobre todo, porque representa al sector empresarial, al cual ella pertenece.
De modo que ¿por qué no decirlo? Como mujer me siento privilegiada de vivir este momento histórico para México y para todas las mujeres del mundo. Y como mexicana estoy contenta de saber que el proyecto no empresarial sino el nacional, tendrá oportunidad de continuar y fortalecerse. Y cuando veo que personas del nivel de Rosaura Ruiz, Samuel Kershenobich o Juan Ramón de la Fuente entre muchas otras, van con Claudia, me siento en buena compañía.
Ayer en la mañana platiqué con un queridísimo amigo que lleva meses diciendo que anulará su voto y hoy me dijo: “ya lo decidí y votaré por Claudia”.
Ya ganó y con ella, ya ganamos todas las mujeres: tenemos una representante de la que podemos enorgullecernos.
Ya ganó. Ya ganamos.