Hace unos cuantos días leí un meme que me pintó de cuerpo entero. El protagonista es ese hombre de pelo y barba cana que se encuentra sentado en un escritorio sosteniendo una taza de café. Esta vez dice: “Hice un poco de planificación financiera y parece que puedo jubilarme a los 97 años y vivir cómodamente durante 11 minutos”.
Mi risa terminó en la mueca congelada del personaje del meme, porque financieramente hablando el futuro me estresa, agobia y, a veces, me quita el sueño.
Debo aclarar que no me estoy tirando al piso. Reconozco que en mi condición de asalariado soy un privilegiado que tiene un trabajo fabuloso, pero que tal como refiere la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (Ensafi), publicada el pasado 27 de junio por el Inegi y la Condusef, quincena tras quincena me doy cuenta que no tengo pleno control de mis finanzas, que los últimos tres años se ha reducido mi libertad “para alcanzar metas financieras y aprovechar oportunidades a largo plazo”, que ha menguado mi resiliencia para encarar imprevistos y que no tengo nada claro si podré mantener mi estabilidad económica en el futuro. Mis tripas sufren a causa del estrés financiero, mismo que la encuesta define como “un estado de preocupación y ansiedad ante una situación financiera difícil o de incertidumbre, que puede producir afectaciones de tipo fisiológico, psicológico y en las relaciones interpersonales”.
Insisto, soy un privilegiado, pero ello no evita que honrosamente forme parte del 68.3% de la población que debe reducir sus gastos corrientes y del 32% que echa mano del “ahorro” para poder cubrir los compromisos de pagos mensuales como hipoteca, mantenimiento de casa, coche, seguros y otros más que se suman a la larga lista de lo que se requiere para vivir conforme dicta la lógica del aspiracionismo clasemediero que tanto desprecia López Obrador.
Otro par de datos que me tienen como el personaje del meme son el saberme parte del 63% de la población que debe endeudarse para enfrentar una emergencia y del 41% que no le sobra dinero cada fin de mes.
De los muchos otros datos más que vi, logré concluir lo siguiente: si a mis 97 aún no se ha extinguido la jubilación, y me disciplino y dejo de despilfarrar, como dice el meme, ¡es altamente probable que viva de lujazo los últimos 11 minutos que me queden de vida!