Lo he contado muchas veces. El sostener a mi bebé y no saber si era capaz de amarlo. Pero tal vez no les había dicho que a mi abuela también le pasó.
Ella también sostuvo un bebé en brazos sin sentir nada. Ni amor, ni regocijo, ni tristeza. El vacío la miraba desde esos ojos nuevos.
La norma biológica para la reproducción y preservación de especies nos muestra comportamientos protectores para con las crías más fuertes y con las que no... pues normal, se las comen, no es novedad en el mundo animal.
A nuestra especie se le da la sensación de superioridad y ser una categoría aparte de los demás animales. Nosotros no hacemos eso, no. Hacemos cosas peores con las crías no deseadas.
¿Verdad?
Se nos ha entrenado en base a estándares de bebés rosados, risueños y cabelleras impecables acompañadas de sonrisas maternales perfectas.
Se nos ha dicho que debemos amar a esos bebés. Aunque la soledad aplaste, el dinero no alcance y la pareja te destruya a golpes el alma y el cuerpo todos los días.
¿El instinto maternal? Existe. Es una norma biológica para la supervivencia de la especie.
Y en la sociedad donde la biología no importa, los sexos se confunden, la mente elige y el corazón dispone, ¿qué significado tiene?
Al instinto biológico por criar le han puesto cadenas, lo han maquillado en halos de perfección y nos lo han entregado como un producto a consumir navegando por toda la basura patriarcal que las mujeres hemos de cargar todos los días.
Yo creo, que si el sistema nos asfixiara menos, el instinto podría hacer su trabajo y permitir a la especie humana conectar con las crías en esa danza de descubrimiento en la que de hecho nos diferenciamos de los animales. La elección.
Elegir el amor, la presencia, la conexión. Es un acto instintivo porque la elección es profundamente humana.
Mientras tanto, muchas vamos a ciegas por el embarazo, el parto, la lactancia, el puerperio, sin saber cuál es la respuesta a la enorme pregunta que tenemos entre los brazos.
Presionadas para sentir lo que socialmente debe ser pero las mismas condiciones económicas, laborales y de marginación, violencia y desigualdad nos impiden sentir.
Aunque sea instintivo para la supervivencia. Aunque sea necesario para aprender a vivir humanamente.
La fiera enjaulada no sabe de instintos.