Sociedad

Alicia salió del pozo, mamá

  • Criando Consciencia
  • Alicia salió del pozo, mamá
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Andrea era el nombre de la primera amiga que hice a los siete años.

Antes de ella, pasaba los recreos mirando una maceta llena de grillos (literalmente), y mi mamá pasaba mucho tiempo en dirección tratando de explicar porqué no quería tener amigos ni relacionarme con nadie más.

Lo que mi mamá se fue sin saber es que yo llegué a la conclusión de que nadie me quería porque no era blanca, rubia y sonrosada como Andrea. 

Porque a ella su papá la abrazaba a cambio de nada y a mí me enseñaron que el amor era un canje y mi mamá ni siquiera me tocaba. 

Aprendí que debía ser MUY fea, negra, gorda e inadecuada y por eso la vida de Andrea y la mía eran tan diferentes.

Pasé mi vida entera temiendo a las niñas, después de que me enviaron una carta anónima en la que seguramente dedicaron mucho tiempo porque estaba hecha de recortes de revistas, donde me daban solución a mi triste existencia: “MeJoR MAtAtE”, me decían niñas de nueve años.

Crecí después con la máscara de la normalidad. Que te guste este artista, que te rías cuando debes, que te dé flojera la escuela, aunque sea tu más hermoso refugio. Que nosetenote lo rara.

Creí que jamás nadie me iba a querer, pero con una certeza y pragmatismo por lo inevitable que parecía que no pesaba ni dolía. Asumía que mis rodillas negras y mis pelos gruesos no llevarían los avances con los hombres muy lejos, me equivoqué, por supuesto, porque fui violada muchísimas veces antes de los dieciocho.

El caso es que hoy, a los treinta y tres años no alcanzo a contar la inmensa cantidad de mujeres que están dispuestas a quererme, acompañarme y hasta meter las manos al fuego por mí.

Tengo un negocio basado en la confianza de cientos de mujeres que me dan su dinero para crear economía circular, tengo otro negocio en donde las mujeres crecen gracias a que lo que les comparto es valioso, que salen de un hogar violento gracias a que nuestro vínculo les da fuerza, que construyen conmigo lado a lado un cariño nutricio y horizontal.

Hoy no tengo mucho que ver con la niña escondida detrás de la maceta de los grillos. 

Hoy puedo decirle a Alicia que caímos en el pozo, pero salimos fortalecidas, valientes, heroínas y que con la misma determinación con la que esperábamos soportar una vida de soledad estamos construyendo una vida en la que mis hijos y yo misma jamás nos sentimos solos y, por el contrario, que ahora acompañamos a todas las mujeres que se sienten solas.

El amor son las mujeres y jamás me cansaré de repetirlo mientras recuerdo a la amiga que me compró con meses de anticipación algo que aún no necesitaba para que yo pudiera pagar una deuda, a la que me llevó despensa, a la que me fue a limpiar la casa, la que fue a jugar con mis hijos. 

A la que acompañé en un aborto, a la que le preparé un baño de hierbas, a la que recibí en mi casa cuando huyó del padre violento de su hija, a la que le colecté despensa, dinero y le conseguí un depa. 

Jamás olvidamos porque las mujeres no solo no olvidamos: construimos y reconstruimos sobre los escombros de lo que nos hicieron o nos hicimos a nosotras mismas tratando de sobrevivir.

El cuento no terminó cuando Alicia cayó en el pozo, aquí estoy Nadja, aquí estoy Milena y aquí estoy rodeada de todas esas mujeres que me aman y a quienes amo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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