Política

La ilusión hegemónica de Morena (II)

La derrota de Morena a manos de una opción política opuesta sería un mal sueño, peor pesadilla significaría no poder sobrevivir dentro de un régimen donde su legado histórico fuera extirpado de raíz.  

Simpatizantes de la 4T. Octavio Hoyos
Simpatizantes de la 4T.Octavio Hoyos

Asumiendo que siete de cada diez habitantes del planeta viven en una autocracia —así se denomina a los gobiernos sin contrapesos ni controles— no debería desestimarse este escenario para México. 

Si un día cayéramos en los brazos de un régimen ideológicamente opuesto al actual, la pesadilla cobraría vida casi de inmediato. 

Describir al monstruo surgido de tal pesadilla es tarea fácil si se toman partes del cuerpo de otras autocracias como El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Hungría, Rusia o Corea del Norte. 

Esa pesadilla tendría cabeza de Nayib Bukele, líder populista conservador que —bajo la bandera de la seguridad— suspendió indefinidamente los derechos humanos de su país; una suerte de Felipe Calderón gigante, a la Gulliver. 

Los brazos de ese Frankenstein serían los de Javier Milei, dispuestos para rebanar con una sierra gigante al Estado y todos sus programas sociales. El tronco sería una mezcla del presidente argentino y del estadunidense Donald Trump, furibundos anti-wokistas y por tanto, detractores extremos de la diversidad sexual, la identidad indígena, el feminismo y, en general, de todo aquello considerado como una amenaza contra una supuesta mayoría monolítica y popular.   

El vientre del Gólem sería una aportación ultranacionalista fabricada, también por mitad, entre Trump y Vladímir Putin; un discurso político que lleva a proponer a América, Rusia o México grandes otra vez. (La Grandeza, a la mexicana, no es un título de libro elegido al azar por Andrés Manuel López Obrador). 

Luego correspondería al nicaragüense Daniel Ortega injertar las piernas del adefesio —el peor de los inquisidores contemporáneos a la hora de hacer desaparecer a la oposición. Para que funcione el autómata es clave aplastar a todas las disidencias, vengan estas del continente de los partidos o del archipiélago de la sociedad civil.

Los nervios de esta creación política serían donados por Nicolás Maduro, dignatario alérgico a la rendición de cuentas. Este líder político sería también la inspiración para organizar elecciones manipuladas y cero competitivas. Se requeriría para ello contar con un árbitro cooptado, tribunales a modo y una persecución severísima contra la inconformidad.  

El sistema cardiovascular del monstruo sería propuesto por Recep Tayyip Erdogan y Viktor Orbán, mandatarios de Turquía y Hungría, respectivamente. Ambos son maestros en el arte de socavar la independencia de los jueces nombrando sujetos afines a los partidos que les entronizaron para que el criterio político prevalezca sobre cualquier otro.

Para diseñar un Poder Legislativo sometido a los designios del máximo gobernante —que dure por muchos años— Putin sería el mejor arquitecto. La intención es que puedan aprobarse normas sin contratiempo ni impedimento. Un parlamento, pues, que abdique en definitiva a su papel de contrapeso y se someta con docilidad.

Antes de dar vida al Frankenstein se necesitaría de la intervención del líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un o de Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, también de Xi Jinping, cabeza del partido comunista chino; todos versados en la técnica para achicar al mínimo las libertades ciudadanas.

¿Asusta esta aberración? Desde luego que sí. El populismo conservador provoca tanto miedo como la opción política que se sitúa en el extremo opuesto. De hecho, es fácil confundirlos. Bien lo dice el periodista chileno Daniel Matamala: “una vez que se rasca la cáscara de los discursos ideológicos y los posicionamientos en el eje izquierda versus derecha, existe un modelo estandarizado que Chávez, Bukele y otros líderes… han seguido para concentrar el mando… pasos sucesivos y acumulativos que van pavimentando progresivamente el camino”. 

Para vacunarse contra la pesadilla propia, Morena se defiende y vocifera que jamás será lo mismo Bukele que López Obrador o Trump que Claudia Sheinbaum. Mientras el presidente de El Salvador es alérgico a los derechos humanos, el movimiento lopezobradorista presume que en sus gobiernos no se tortura, no se realizan ejecuciones extrajudiciales y no se encarcela a personas inocentes; mejor los abrazos a los balazos, reza la consigna seminal. 

En efecto, el día en que Morena pierda conciencia de su anti-calderonismo, ese movimiento se habrá traicionado a sí mismo. Igual pasaría si —producto de una eventual crisis económica— Morena se viera obligada a echar a andar la guillotina sobre sus programas sociales. 

Sin embargo, hay otros rasgos del monstruo autocrático que el lopezobradorismo se encargó ya de esculpir con mano firme. Por ejemplo, la eliminación de los mecanismos —externos al gobierno— para la rendición de cuentas; el control administrativo y político del Poder Judicial y, pronto, el gobierno vertical sobre los órganos electorales.

Ciertamente, Morena ha venido fabricando un columpio que tarde o temprano podría ser ocupado por un monstruo surgido de sus peores pesadillas. Nada asegura que las reglas aplicables hoy no serán similares a las que caerán sobre la cabeza de ese mismo partido cuando este deje de ser mayoría. 

La ilusión de Morena ha sido suponer que la historia no es reversible y por tanto que lo que beneficia hoy no será aquello que perjudique después. 

A menos que el proyecto del lopezobradorsimo, a mediano plazo, sea consolidar una autocracia cerrada —donde las elecciones se vuelvan una mera simulación al estilo ruso, nicaragüense o salvadoreño— el ADN democrático sobre el que presuntamente se fundó Morena debería obligar a sus líderes a considerar protecciones y contrapesos para poder sobrevivir en el escenario de la derrota. 

Hay un universo paralelo en el que el vuelco pendular —ante la desaparición del centro político— podría ser veloz, definitivo y devastador.


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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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