Sociedad

Dejar que la herida hable es dejar que la herida sane

  • Criando Consciencia
  • Dejar que la herida hable es dejar que la herida sane
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Lo que te voy a contar es tal vez el mayor orgullo de mi existencia.

No son mis hijos, mi trabajo ni yo misma.

Soy yo, siendo mujer al lado de mi madre y abuela. Sin rangos, sin etiquetas, sin expectativas. 

Solo amigas compartiendo dolores, alegrías y esperanzas de generaciones distintas, unidas por el linaje y la sangre.

En la casa de mi abuela hay helechos que heredó de mi bisabuela, vivos y prósperos todavía. 

Adornan los muebles fotos de su cutis perfecto y faldas amplias al blanco y negro, de una mujer más joven que no se nombraba abuela. 

Toda una dama, con recuerdos de manejar una combi llena de niños hacia la escuela; con la honestidad sanadora en los labios cuando me confesó lo difícil que fue para ella sentir amor por los bebés que nacían uno tras otro, en medio de la soledad y el esfuerzo.

Mi madre, la escritora, actriz y graduada como traductora del inglés y el francés, tiene por su parte una casa llena de libros; mi madre, la que detesta el aroma a humedad porque le recuerda épocas de toallas rotas y cajas de fruta; mi madre la que pasó por tanto, pero ahora vive a su manera preservando su espacio y sus relaciones.

Yo misma, que de tanto decir que no lo haría, terminé recorriendo el camino que cruzó mi madre, mi abuela y casi cada mujer en el mundo, a través la culpa, las exigencias, el cuidado a los otros y la invisibilidad de una misma; de pronto un día descubrí el hogar en mí misma. 

Y empecé a cuidarlo.

Entonces, volteamos al espejo y nos vemos en cada una mientras hablamos de lo que se sentía no poder saber cómo sostener al niño que acaba de salir de nuestro cuerpo, o la leche que no nos tocó amamantar.

Las palabras que pesaban pero se aligeraban en los ojos ajenos cuando recordábamos el abrazo que no supimos dar.

Y en este espacio que hemos construido entre las plantas de mi abuela, los libros de mi madre y mi cuerpo ahora habitable, no hay juicio, rencor o vergüenza. 

Solo somos mujeres hablando, (amiga/madre/hija/esposa/hermana) que redescubrieron la identidad y la esencia propia lejos de esos roles que las definieron toda su vida y se construyen mutuamente a través del perdón y el vistazo a las heridas propias y ajenas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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