El huachicol no es solo un delito: se ha convertido en la mayor estafa contra la nación, con pérdidas estimadas en más de 170 mil millones de pesos al erario. El expresidente Andrés Manuel López Obrador presumió, en los primeros meses de su gobierno, un supuesto “golpe mortal” al robo de combustibles. En realidad, aquello fue un montaje para hacer creer a los mexicanos que el problema estaba resuelto. Muy pronto se comprobó lo contrario: el huachicol no solo sobrevivió, sino que se expandió, fortaleciendo al crimen organizado y convirtiéndose en fuente de financiamiento para la compra y el tráfico de armas.
El actual gobierno no entró en acción por iniciativa propia. Fue el gobierno de Donald Trump el que obligó a México a reconocer el problema y a tomar medidas, ante la evidencia de que el huachicol era ya una amenaza para la seguridad de ambos países. Aun así, se ha querido hacer creer que bastaba con la participación de la Marina y de Aduanas. Nada más falso. Una red más extensa de altos funcionarios del gobierno federal operaba bajo el conocimiento y consentimiento de López Obrador. Resulta imposible creer que nadie se diera cuenta de que las gasolineras dejaron de comprar los volúmenes habituales de combustible a Pemex, único proveedor en el país. También resulta insostenible que no supieran que la refinería consentida de AMLO, Dos Bocas, era utilizada para la extracción ilegal de gasolinas.
La detención de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco, pone el reflector sobre Adán Augusto López, su jefe y protector, y otro de los hilos que conducen directamente al expresidente. La red de complicidades es amplia: muertes sospechosas de integrantes de la Marina vinculados al caso; empresarios relacionados no solo con Adán Augusto, sino también con “Andy” López Beltrán y otros cuadros destacados del morenismo. Cada hebra que se jala del entramado termina acercándose a la misma figura: Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, el país no debe hacerse ilusiones. No se llegará a las últimas consecuencias. El gobierno de Claudia Sheinbaum ya eligió a sus chivos expiatorios, convenientemente alejados de la cúpula morenista. Con ellos dará por cerrado el caso, aunque el delito siga operando en las sombras y causando pérdidas multimillonarias a la nación. La corrupción más grande de la historia mexicana quedará, una vez más, marcada por la impunidad.