Política

Lo que nadie quiere decir del temblor

Soy de Monterrey y cuando hablo con mi gente de allá o de otras partes me cuesta mucho hacerles entender lo que es un temblor.

De hecho, caí de la gracia de algunas amigas muy queridas cuando cancelé un viaje de placer en 2017 porque mi deber era estar con mi familia de acá después de lo mucho que nos pegó el sismo de ese año.

¿Cuál es el problema? Las narrativas. Para todas aquellas y todos aquellos que viven fuera de esta región, los temblores son, o un parque de diversiones de Hollywood, o una exageración de los chilangos.

Hay muchas cosas que no se han dicho ni en las series ni en los documentales que se han hecho sobre lo que sucedió antes, durante y después de la tragedia del 19 de septiembre de 1985 y que el otro día reviví con gente que estuvo muy metida en este evento.

Tenemos, por ejemplo, lo de los medios públicos, lo del agua y lo del rencor.

Por mil y un razones que luego discutiremos, durante años, la única historia que se contó del temblor de hace 40 años fue la de Televisa.

Y sí, debe haber un respeto hacia los horrores que se vivieron en esa empresa, pero también hubo horrores y coberturas por parte de la televisión (y la radio) pública de aquel entonces.

Cuando hablamos de televisión, hablamos de Imevisión y de Canal Once.

La mayoría de los archivos de Imevisión se perdieron por la austeridad con la que siempre se ha trabajado en esta clase de canales, austeridad que obligaba a los productores a reciclar las cintas.

Reciclar era borrar lo que había en ellas para volver a utilizarlas. Reciclar era borrar el material del sismo.

Además, claro, de todo lo que se tiró a la basura cuando aquello se privatizó.

En Canal Once, donde también se reciclaba, hubo secuencias que se salvaron milagrosamente y que nos hablan de otras visiones, de lecturas más sociales, de cuestiones más críticas.

Me siento muy orgulloso de que este material ahora esté saliendo a la luz y que podamos ver, por ejemplo, a una Cristina Pacheco en acción en magníficos documentales como “8.1, la magnitud del cambio” de Capital 21.

No tengo nada en contra de la narrativa de Televisa ni de las aportaciones periodísticas de un maestro del tamaño de Jacobo Zabludovsky pero aquí siempre ha habido más canales, más periodistas, más “narraciones históricas” y algo que urge subrayar: mujeres.

Las mujeres, las mujeres periodistas, las mujeres periodistas de los otros medios, las mujeres periodistas de los medios públicos de 1985 también aportaron y, por delicadísimas cuestiones de machismo, de poder y hasta de censura jamás brillaron.

Busquémoslas, reconozcámoslas y coloquémoslas donde se merecen. Revisión histórica ya.

Lo del agua es muy simple: a partir del 19 de septiembre de 1985 se creó la idea de que el agua de las tuberías, de todas las tuberías de todo México, estaba contaminada y alguien hizo el negocio de su vida sembrando el pánico.

De un día para el otro todo el mundo comenzó a comprar agua en botellas de plástico.

Vamos a suponer que el agua de Ciudad de México de finales de septiembre de 1985 estaba mal, pero que siga mal, en todas partes, 40 años después, es ridículo.

¿Sabe usted el daño ecológico que todo ese plástico que sigue entero, más el que se ha estado acumulando a lo largo de cuatro décadas, le está haciendo a nuestro planeta?

Ahora viene lo peor: el rencor. México entero se la pasa presumiendo que aquí la gente es muy buena, muy solidaria, que mira cómo nos ayudamos y que qué bonita nuestra sociedad civil organizada.

Lo que nadie quiere decir es que a partir de toda esa propaganda y ante la migración de miles de mujeres y de hombres que se fueron del Distrito Federal a otros puntos del país comenzó una de las más vergonzosas campañas de odio de toda la historia de México: “haz patria, mata un chilango”.

Fue horrible. Es horrible. Es imperdonable. Y sí conecta con la realidad de hoy porque tiene que ver con migración, con el rechazo del que, herido, asustado, tiene que abandonar su lugar de origen buscando refugio en otra parte.

Quiero que entienda la magnitud de esta frase que muchos consideraban una broma: “haz patria, mata un chilango”.

¿Qué parte de mata, de matar, de muerte, no le queda a usted clara? ¿Dónde está lo cómico?

Para que luego vengan y me digan que el “hate” es un invento de las redes sociales.

Para que luego vengan y me digan que los habitantes de la capital de la nación son unos privilegiados que lo tienen todo gratis y no sé cuántas tonterías más.

Eso, que es asquerosamente negativo, también es un legado de lo que se vivió hace 40 años.

Eso, que urge corregir, también ha tenido consecuencias políticas y sociales como lo que ha sucedido en las urnas desde la caída del sistema en 1988 hasta la polarización de 2024.

El terremoto del 19 de septiembre de 1985 activó a la sociedad, sí, pero también dividió al país. Si no lo entendemos, si no lo reconocemos, cada vez nos vamos a dividir más hasta que esto se rompa, hasta que esto explote.

Narrativas. El problema está en las narrativas. Por favor, contémosle bien “el cuento” no a las nuevas generaciones, que ya saben lo que es un sismo, contémoselo bien a todo el país, a los que jamás han sentido un movimiento telúrico, a los que creen que esto es un chiste, una exageración.

Y gracias por la alerta sísmica nacional en celulares. Nacional. Que esto nos una. Que esto se corrija. ¡Gracias!


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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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