Ciencia y Salud

La vida triste del quejumbroso

  • Para Reflexionar
  • La vida triste del quejumbroso
  • Luis Rey Delgado García

Quizá nos descubrimos quejándonos de pequeños rechazos, de faltas de consideración o de descuidos de los demás. 

Observamos en nuestro interior ese murmullo o lamento que crece y cuanto más nos refugiamos en él, peor nos sentimos; cuanto más lo analizamos, más razones aparecen para seguir quejándonos; cuanto más profundamente entramos en esas razones, más complicadas se vuelven.

Es la queja de un corazón que siente que nunca recibe lo que le corresponde. 

Una queja expresada de mil maneras, pero que siempre termina creando un fondo de amargura y de decepción.

Hay un enorme y oscuro poder en esa queja interior. 

Cada vez que una persona se deja seducir ideas quejumbrosas, se enreda más en una espiral de rechazo interminable. 

La condena a otros, y la condena a uno mismo, crecen más y más.

Quejarse es a veces contraproducente. Cuando nos lamentamos de algo con la esperanza de inspirar pena y así recibir una satisfacción, el resultado es con frecuencia lo contrario de lo que intentamos conseguir. 

La queja habitual conduce a más rechazo, pues es agotador convivir con alguien que tiende a hacerse la víctima, o que en todo ve desaires o menosprecios, o que espera de los demás —o de la vida en general— lo que de ordinario no se puede exigir. 

La raíz de esa frustración está no pocas veces en que esa persona se ve auto defraudada, y es difícil dar respuesta a sus quejas porque en el fondo a quien rechaza es a sí misma.

Una vez que la queja se hace fuerte en alguien —en su interior, o en su actitud exterior—, esa persona pierde la espontaneidad hasta el punto de que la alegría que observa en otros tiende a evocar en ella un sentimiento de tristeza, e incluso de rencor. 

Ante la alegría de los demás, enseguida empieza a sospechar. 

Alegría y resentimiento no puede coexistir: cuando hay resentimiento, la alegría, en vez de invitar a la alegría, origina un mayor rechazo.

Quizá lo mejor sea esforzarse en dar más entrada en uno mismo a la confianza y a la gratitud. Gratitud y resentimiento no pueden coexistir. 

La disciplina de la gratitud es un esfuerzo explícito por recibir con alegría y serenidad lo que nos sucede. La gratitud implica una elección constante. 

Puedo elegir ser agradecido aunque mis emociones y sentimientos primarios estén impregnados de dolor. 

Es sorprendente la cantidad de veces en que podemos optar por la gratitud en vez de por la queja. 

Los pequeños actos de gratitud le hacen a uno mucho bien. 

Sobre todo porque, poco a poco, nos hacen ver que, si miramos las cosas con perspectiva, al final nos damos cuenta de que en todo hay algo que resulta ser para bien.


luisrey1@prodigy.net.mx

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.