“…Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan” (Salmo 90) Setenta eran muchos años en el tiempo en que el Salmista escribía estas palabras, y eran pocos los que los superaban; hoy, gracias a los progresos de la medicina y a la mejora de las condiciones sociales y económicas, en muchas regiones del mundo la vida se ha alargado notablemente.
Los ancianos recuerdan las etapas de su existencia, seguramente vienen a su memoria los rostros de personas queridas, recuerdos de hechos ordinarios y extraordinarios, de momentos alegres y de episodios marcados por el sufrimiento.
Nuestro pensamiento deberá dirigirse a ellos con afecto por la situación de quien, por el peso de la edad, debe afrontar frecuentemente muchos y difíciles problemas.
Para los ancianos resulta espontáneo recorrer de nuevo el pasado para intentar hacer una especie de balance.
Esa mirada retrospectiva permite una valoración más serena y objetiva de las personas que les rodean y de las situaciones vividas a lo largo del camino.
El paso del tiempo difumina los rasgos de los acontecimientos y suaviza sus aspectos dolorosos.
Por desgracia, en la existencia de cada uno hay sobradas “cruces y tribulaciones”.
A veces se trata de problemas y sufrimientos que ponen a dura prueba la resistencia física y psicológica y hasta conmocionan su fe en la vida.
No obstante, la experiencia enseña que, los mismos sinsabores cotidianos, contribuyen con frecuencia a la madurez de las personas, templando su carácter y alcanzando una serena sabiduría.
Ojalá que podamos crearles las condiciones que faciliten a nuestros viejos la posibilidad para vivir dignamente los años que les quedan.
Se habla de la vejez como “el otoño de la vida” —como decía Cicerón—, por analogía con las estaciones del año y la sucesión de los ciclos de la naturaleza y ciertamente hay una gran semejanza entre los biorritmos de las personas y los ciclos de la naturaleza, de la cual formamos parte.
Así como la infancia y la juventud son el periodo de formación proyectado hacia el futuro, tomando conciencia de sus capacidades, también la vejez tiene sus ventajas porque, atenuando el ímpetu de las pasiones, “acrecienta la sabiduría, da consejos más maduros”.
En cierto sentido, es la época privilegiada de aquella sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia, porque “el tiempo es un gran maestro”.
Con los años se adquiere un corazón sensato.
Honremos a nuestros padres, es un deber ineludible de conciencia, respetemos a los que nos han precedido, cuidemos nuestras raíces y llenemos de afecto fuerte y delicado a nuestros queridos ancianos durante los años que aún les quedan por vivir.
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