La mentira se encuentra a la orden del día en muchos ámbitos de la vida cotidiana.
Mentir y contar historias irreales resulta normal en la infancia, los niños están en la etapa de la ensoñación y de la fantasía.
Además nos percatamos que los niños pueden diferenciar cuando mienten y cuando juegan a mentir.
Pero cuando en la edad adulta nos encontramos con personas que envuelven su vida con engaños para justificar acciones o para equilibrar problemas de autoestima, entonces nos encontramos ante un serio problema.
Existen personas que llegan a alcanzar niveles en los cuales no saben hablar sin incluir en sus frases alguna mentira, y es cuando se amplifica o se minimiza la realidad, se distorsiona o se oculta o se inventa… llegando a perder el hábito de la comunicación sincera.
Se trata de personas que mienten de forma patológica, compulsivamente, sin poderlo remediar.
Estas personas crean en torno a sí mismas un mundo irreal e imaginario y experimentan grandes dificultades para escapar del círculo vicioso que ello genera.
Se puede mentir para evitar problemas o evadir responsabilidades, para obtener algún beneficio de alguien, para que los demás nos atiendan, nos hagan más caso o nos quieran más, para compensar inseguridades y ansiedades, para sobrevalorarnos y encontrarnos mejor, para obtener placer o poder, incluso para hacer daño a los demás...
El verdadero problema surge cuando esa forma de actuar se convierte en un hábito, cuando la persona que miente se cree sus propias mentiras y crea un mundo imaginario falso del que no puede salir.
Las personas que padecen el síndrome de Pinocho llegan a desarrollar un comportamiento autodestructivo porque no se enfrentan a los problemas, sino que los evitan y ocultan con sus mentiras.
Esta actitud puede generar el rechazo de los demás y provocar en el mentiroso compulsivo estados de culpabilidad, remordimiento, inseguridad y un desgaste emocional que acabe mermando su salud física y mental.
Cuando mentir es una patología esta tiene solución, y debe abordarse desde un trabajo terapéutico adecuado.
Pero cuando mentir es un hábito o recurrencia de las personas y se “dan cuenta” y lo siguen realizando estamos hablando de falta de integridad personal, que con el esfuerzo de la voluntad se puede superar.
Habrá que trabajar con la fuente de la mentira, es decir descubrir ¿para qué mentir? ¿Qué logro con ello?
Y conseguirlo, pero no con mentiras.
La verdad y la salud psicológica y social van muy de la mano…
luisrey1@prodigy.net.mx