El 5 de agosto pasado, Marko Cortés, presidente nacional del PAN, lanzó al panista Enrique Vargas del Villar como el candidato a la gubernatura al Estado de México.
En las preferencias electorales, Vargas está por encima de la candidata priista Alejandra del Moral.
Mientras son peras o manzanas en el Estado de México: Coahuila se cuece aparte.
En nuestro estado, el PAN estatal no tiene la fuerza electoral de su partido hermano. Y parece ignorar 3 realidades evidentes.
1) La fuerza electoral que aportaría el PAN a una coalición con el PRI y el PRD es menor.
Los números no mienten. Los resultados electorales de 2020 fueron contundentes: el PAN no obtuvo ni un sólo Diputado local uninominal en el Congreso con una votación de 83 mil 469 votos en el estado.
En las elecciones de 2021, las cosas no mejoraron: pues el PAN sólo obtuvo 4 alcaldías de 38 posibles con una votación de 164 mil 409 votos.
La pregunta es una: ¿qué fuerza electoral puede ofrecer el PAN a la Coalición? ¿Qué panista con dos dedos de frente daría su voto a un partido incapaz de ofrecerle la mínima posibilidad de triunfo ante la maquinaria de Estado que el gobierno federal desplegará en 2023 para ganar las elecciones?
2) Las elecciones del próximo año serán polarizadas; PRI contra Morena, sin importar el número de partidos competidores.
Si el PAN fuera sólo, corre el riesgo de perder su registro estatal, porque los panistas votarán por el partido que les asegure el blindaje de un estilo de vida -personal y familiar- respecto a las atrocidades que ocurren en los estados gobernados por Morena.
Y ese partido, en Coahuila, no es el PAN. Sino el PRI con sello riquelmista.
3) En esencia, el PAN -vaya o no- en la Coalición, no será determinante para el posible triunfo priista, porque las clases medias y altas ante el peligro real que representa Morena- elegirán el partido con mayores posibilidades de triunfo electoral y por una gobernabilidad probada que blinde y proteja su estilo de vida.
Y ese partido es el PRI. ¿O, no?