
La teoría de la arquitectura está íntimamente ligada a la crítica, ya que si no tuviera relación con las obras arquitectónicas en realidad carece de todo sentido. Según el teórico español Josep Maria Montaner: “No hay crítica sin teoría y viceversa. La misión de la crítica es relacionar los conceptos con las formas”. En ello versa parte de su discurso expresado en el libro Arquitectura y crítica.
Quienes nos dedicamos a la escritura arquitectónica nos preguntamos constantemente para qué sirve la teoría de la arquitectura. Muchos de nosotros hemos intentado responder a esta pregunta o al menos abonar lo posible a la discusión.
Alberto Pérez-Gómez sostiene que la crisis de la arquitectura, que comenzó a principios del siglo XX, persiste hasta ahora debido a que los arquitectos siguen debatiéndose inútilmente entre dos polos: la especulación formal y la factibilidad tecnológica, evitando cuestionarse el “porqué” de la construcción y la justificación existencial de dicha actividad.
Por su parte, el arquitecto italiano Giancarlo De Carlo declaró en 1969 que con el ascenso de la profesión a un modo de representación de los intereses de las clases dominantes, la arquitectura se convirtió en una disciplina “especializada” en la cual solo son importantes los problemas del “cómo” porque lo relacionado con el “porqué” se ha considerado resuelto de una sola vez y para siempre.
Sin duda la teoría de la arquitectura permite ascender en la cadena de decisiones, ya que los arquitectos como “promotores” son capaces de cuestionar las decisiones que normalmente deben de aceptar sin discutirlas.
Brendan Cormier afirma: “Hay que abandonar el estilo del ‘menos es más’ y adoptar una ética de la ‘A a la B’”.