
Los humanos somos la única especie consciente de sí misma, esto es posible debido a nuestro lenguaje, el cual nos permite reflexionar y discutir sobre nuestra condición humana. No hay evidencia de que otros seres vivos inteligentes y sociales se planteen problemas similares a los nuestros.
La preocupación principal que nos ha perseguido las últimas décadas es el cambio climático y la consecuente extinción de nuestra especie. A esto lo llamamos “fin del mundo”, cuando en realidad es el fin de la humanidad, no del planeta Tierra. También nos hemos vuelto conscientes de que la construcción y la urbanización son algunos de los factores principales del deterioro del medio ambiente.
Dentro de estas reflexiones está la relación entre naturaleza y cultura. Está muy claro que ambas nociones guardan una estrecha relación, pero es importante hacer notar que dicha relación no es causal. La cultura se nutre del medio físico y de su percepción mediante los sentidos y simultáneamente lo retroalimenta con los productos culturales humanos, entre ellos, las ciudades. Estas contribuciones humanas al medio ambiente inmediatamente vuelven a informar a sus fuentes y los siguientes objetos que se producen “aprenden” de los ya existentes. Para ponerlo en términos más sencillos: naturaleza y cultura son nociones que se coproducen.
La capacidad de raciocinio humano no puede exceder los parámetros que impone el medio físico, incluso aquel espacio que está fuera del planeta. A pesar de que insistamos en que nuestras acciones destruirán a la naturaleza, debemos ser conscientes que solamente nos destruirán a nosotros mismos, el planeta seguirá su curso como lo hacía antes de la aparición de nuestra especie y de su extraordinaria evolución.
TANGENTELa visión de los expertos
Pensadores contemporáneos como Isabelle Stengers, Timothy Morton y Erik Swyngedouw han afirmado que la idea de la preservación de la naturaleza dentro del campo de la ecología ha contribuido en gran medida a la confusión en la que nos encontramos.