El único tiempo tangible es el presente. Aunque sea extremadamente fugaz, hace un momento el presente era futuro y ahora es pasado. Sin embargo, para pensar en el presente e intentar entenderlo, podemos alargarlo un poco en ambas direcciones. No sabemos qué ocurrirá mañana, pero podemos predecir algunas cosas con razonable certeza. También nuestra memoria a corto plazo suele ser relativamente confiable. Intelectualmente podemos hacer el ejercicio de analizar la historia reciente para explicarnos nuestra realidad actual y planificar algunas acciones que se implementen a corto plazo para intentar mejorar las condiciones del hábitat humano.
Si seguimos el razonamiento de Diana Balmori, arquitecta de paisaje española, quien en una conversación con Marina Zurkow en 2009 pronunció la frase que citamos en este texto, podríamos identificar a la nostalgia y los sueños utópicos como los principales obstáculos para comprender las implicaciones prácticas y objetivas del tiempo presente. De hecho, tanto el estudio de la historia como las proyecciones especulativas que hacemos hacia el futuro existen principalmente para guiar nuestras acciones en el presente y nos conviene para evitar sesgos cognitivos que nublen nuestra visión de los hechos y del potencial de nuestras acciones para cambiar las dinámicas de la actualidad.
Es curioso que la palabra presente también sea sinónimo de “regalo”. Escapar de la responsabilidad de contribuir en lo posible a mejorar nuestro hábitat no solo es un modo desperdiciar la oportunidad que nos brinda la vida de tener un impacto positivo en los demás, sino echar a perder lo único que poseemos con seguridad: la conciencia, la afectividad y la capacidad para actuar aquí y ahora.
Sueños utópicos
La arquitecta de paisaje Diana Balmori (1932-2016) declaró: “La nostalgia de nuestro pasado y los sueños utópicos sobre el futuro nos impiden entender el presente”. Esta frase fue recogida en el Manifiesto para el presente, de los artistas Robert Ransick y Blake Goble publicado en 2010.